jueves, 8 de febrero de 2018

Qué vas a hacer con el resto de tu vida


A veces mi hogar me recordaba a un país en guerra. 
En las guerras también hay momentos felices.
La gente se casa, se enamora. Nacen niños.
Aunque siempre se mantiene un estado de alerta.
En casa vivíamos en un permanente estado de sitio.
Un luto extraño al que ninguno ponía nombre.
Cinco años. Después llegó la guerra.

Había leído por encima algunas reseñas sobre la primera novela de la que en Internet es la autora revelación del año pasado, Laura Ferrero (Barcelona, 1984), así que aún con la sospecha de que se trataba de una historia que me removería por dentro (ya sólo el título encierra una pregunta para a la que en este momento de mi vida no tengo respuesta) y de que quizá no estaba en el mejor momento para afrontar una propuesta semejante, decidí auto-regalármela las pasadas navidades.

'Qué vas a hacer con el resto de tu vida' (Alfaguara. 2017) es la historia de Laura, una editora treintañera que, tras romper con su pareja, decide dejarlo todo atrás y marcharse a Nueva York para intentar dar respuesta a su angustia vital inscribiéndose en un curso sobre el exilio impartido por un hombre que, de alguna manera, parece estar relacionado con la vida que deja atrás y que ella espera que le dé las claves para seguir adelante.

Durante el grueso de la novela la protagonista hace constante mención a "todo aquello", algo de lo que el lector solo intuye que ocurrió no hace mucho tiempo y que aún no ha sido capaz de superar. Además conocemos sus tormentosas relaciones familiares con un padre atormentado, una madre ausente y un hermano con una sensibilidad especial del que es más madre que hermana. De esa pesada mochila es de la que Laura intenta despojarse en la ciudad de los rascacielos, lugar que, como si de El Dorado se tratara, actúa durante la novela como una metáfora de la (infundada) esperanza que los seres humanos solemos poner en los elementos externos a nosotros que están por llegar (todos esos planes que esperan a que llegue la jubilación o a que nos toque el Gordo de Navidad): "perfecta en su lejanía, pero vacía de realidad". En su huida hacia adelante, la protagonista forzará las coordenadas espacio-temporales (aquí y ahora) para acabar descubriendo que no hacía falta poner un océano de por medio para descubrir la verdad.

A pesar de que ya en el arranque un nudo me encogió la garganta que me obligó a leer los cinco primeros capítulos con los ojos al borde del llanto, apenas unas pocas páginas después más esa sensación se desvaneció y confieso que su lectura me ha dejado bastante indiferente.

Aunque se trata de un libro corto (no llega a 300 páginas) que se lee fácil, y de que el estilo literario de la autora no me ha disgustado en absoluto, creo que ésta enrevesa en exceso la historia sin necesidad, haciendo que toda la fuerza del planteamiento quede finalmente en nada.

Sin embargo, se trata de una novela que ha cosechado bastantes buenas críticas en otros blogs literarios, así que quizá sea que, como decía al inicio de esta reseña, no estoy en el momento más idóneo para adentrarme en relatos intimistas de estas características. Así que, a pesar de compartir muchas de las reflexiones sobre la infancia y la familia que salpican la novela, debo suspender y suspendo una historia que podría ser una saga familiar alejada de los convencionalismos del género, pero en la que yo particularmente no he acabado de entrar. 

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