jueves, 7 de agosto de 2014

El Paciente


 No soy un santo, ni un mártir, ni un terrorista, ni un loco, ni un asesino.
Los nombres por los que creen conocerme están equivocados.
Soy un padre. Y esto es lo que sucedió

Ya he comentado en otras ocasiones que mis gustos literarios no suelen coincidir con los de Mr. Increíble y que, aunque algún libro ha habido que nos ha gustado mucho a los dos, no suelo tener en cuenta su biblioteca cuando mi balda de libros pendientes de lectura se vacía.

Sin embargo, a mi chico le une una relación de cierta cercanía con Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977), a la sazón uno de sus escritores favoritos, lo que me permitió conocerle durante la pasada edición de la Feria del Libro de Madrid.

El caso es que, después del breve pero ameno paseo que compartimos entre las casetas del Parque del Retiro, arropados por el anonimato que proporciona el hecho de que las imágenes del escritor que aparecen en Google, e incluso en las contraportadas de sus libros, se parezcan más a las del apocado profesor interino de Historia del instituto en el que estudié que al tipo atractivo que en realidad es, no me quedó más remedio que ir derechita a por su última novela en cuanto llegué a casa.  

El Paciente (Planeta. 2014) narra la encrucijada en la que se ve inmerso el Doctor David Evans cuando su hija Julia es secuestrada por el señor White, un siniestro personaje que le pone una única pero terrible condición si quiere volver a ver a su hija con vida: Que el Presidente de los Estados Unidos, al que va a intervenir quirúrgicamente en pocos días de un tumor cerebral, no salga vivo de la mesa de operaciones.

Comienza así el relato en primera persona y en pasado, con el prestigioso neurocirujano ya encerrado en el corredor de la muerte, de las 63 horas más angustiosas en la vida del Dr. Evans que debe decidir si someterse a los dictados del señor White con tal de salvar a la pequeña Julia o si se mantiene fiel a su sistema de valores y al juramento hipocrático a pesar de las fatales consecuencias que de ello puedan derivarse.

Destaca el uso magistral del lenguaje por parte del autor para llevarnos exactamente al punto en el que él quiere que estemos haciéndonos entender cosas que en realidad él no ha dicho (algo así como un trampantojo literario. Pero no profundizaré más en este aspecto para no fastidiarle a nadie la lectura) y el exhaustivo conocimiento por su parte de todos los temas que se tocan en la novela: medicina (o más concretamente, neurocirugía. Ahí es nada), armamento, o el mero paisaje de Whasington, ciudad en la que transcurre la historia y que el escritor parece haber pateado a conciencia.

Pero por encima de todos los elementos narrativos y del ritmo vertiginoso de la novela, más propio del guión de una película americana de suspense, que te hace contener la respiración durante las casi 500 páginas que conforman El Paciente y sentir en primera persona la angustia de ese padre de cuya actuación depende que su hija se salve o no, sobresale el personaje del señor White: Gómez-Jurado ha creado uno de los antagonistas con más magnetismo que yo haya leído en mucho tiempo.

Sin embargo, y aunque he disfrutado mucho de su lectura, hay algo que no me ha acabado de cuadrar y lo peor es que no estoy muy segura de qué es: No sé si se debe al hecho de que un escritor español haya optado por ambientar su novela en Washington lo que no me ha permitido entrar en la historia al 100% (aunque entiendo perfectamente el razonamiento que ha llevado al autor a situar el argumento fuera de nuestras fronteras), o que a pesar de sentir la desesperación de ese padre página tras página creo que no he acabado de empatizar con el Doctor Evans, quien a pesar de ser el protagonista me temo que me ha resultado un personaje un poco plano, o quizá se deba a la poca química existente entre David y Kate.

A pesar de ese pequeño "pero" que como veis no tengo muy bien identificado, pero sobre todo por tratarse de una novela de esas que no puedes parar de leer, puntúo a El Paciente con un notable alto.

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