Esta guerra ha sido demoledora,
no sólo por las muertes y la pérdida de nuestros derechos;
lo peor de todo, al menos para mí, ha sido la pérdida de las ilusiones.
Contra eso no he encontrado el modo de luchar.
Conmovedor. Eso era todo lo que sabía de este libro antes de leerlo. Eso y que transcurría en el Madrid de posguerra. Y esos dos datos bastaron para incluir la sexta novela de Marian Izaguirre (Bilbao, 1951) en mi carta a los reyes de 2014. Sin embargo, una vez terminada tengo que decir que La vida cuando era nuestra
(Lumen. 2013) no es la novela que esperaba. Lo cual no quiere decir que sea
mala. De hecho está escrita con un gusto exquisito. Pero yo pensaba que
lo que me disponía a leer era una novela histórica y enseguida
comprendí que lo que tenía entre manos era una novela más bien romántica y que
ese Madrid de 1951 en el que comienza este libro no es más que el telón
de fondo en el que transcurre la acción. O la no acción incluso. Me
explico:
Lola y su marido Matias tienen una pequeña librería de viejo en una calle escondida de Madrid. Hasta ella se acerca un día Alice, una cincuentona británica afincada en España cuya pasión son los libros. Con la excusa de compartir la lectura de un libro expuesto en el escaparate (lectura de la que somos partícipes), Lola y Alice van tejiendo su amistad y vamos conociendo tanto el pasado de ambas mujeres como la historia de Rose, protagonista del libro que las ha unido. Eso es todo.
Es más: la historia de Alice y Lola es totalmente secundaria y la historia sobre la que se sustenta la novela es la que conocemos a través del libro que ambas leen, siendo Rose la verdadera protagonista.
La vida cuando era nuestra es una novela ambientada en una época gris, que habla de gente hastiada que lo ha perdido todo, hasta la esperanza. Pero la autora podría haberla situado en la actualidad, en que la crisis económica ha golpeado a tanta gente y la historia hubiera funcionado igual. Por eso digo que no se trata de una novela histórica y que ese Madrid de posguerra no es más que el paisaje que vemos a través de la ventanilla de un tren.
Dicho
esto, hay que decir que la autora utiliza magníficamente el lenguaje
para mostrarnos la carestía y el desencanto de ese Madrid en el que
convergen Alice y Lola, así como la sofisticación y la vida bohemia del
París de los años 20 y las rancias tradiciones de la Gran Bretaña de los primeros años del siglo XX en los que transcurre la
historia de Rose.
Un homenaje a la lectura, dice su contraportada. Bueno. Yo digo que es una novela amable que se lee de un tirón y que deja un buen sabor de boca, porque habla de amistad, de amor, de ganas de superar las adversidades y salir adelante, y por eso La vida cuando era nuestra aprueba sobradamente.