miércoles, 18 de junio de 2014

Herejes



 HEREJE.- 1. Persona que niega alguno de los dogmas
 establecidos por una religión.|| 2. Persona que disiente 
o se aparta de la línea oficial de opinión seguida por 
una institución, una organización, una academia, etc.  
Cuba. Dicho de una situación: [Estar hereje] Estar muy dificil, 
especialmente en el aspecto político o económico.
 
Mi otra gran pasión, al margen de la lectura, es viajar. Con un buen libro en la maleta podría pasarme la vida viajando, pero el Euromillones no quiere tocar y, aunque trato de ser amable con todos los viejecitos del barrio, me temo que ningún anciano multimillonario me legara su inmensa fortuna cuando pase al otro barrio, así que, sin otros ingresos, cada vez está más lejano el día en el que pueda cumplir mi sueño de recorrer el mundo sin preocuparme por la fecha de regreso o el dinero que me queda en la cartera.

El caso es que cada vez que he salido fuera de nuestras fronteras me ha ocurrido que las capitales y/o principales ciudades extranjeras me han decepcionado o directamente no me han gustado y sí lo han hecho ciudades menos importantes o que aqui llamaríamos de provincias. La única capital con la que he tenido un flechazo, que aún perdura, es La Habana. Me enamoró la belleza decadente de sus calles, la resignada alegría de sus gentes, el orgulloso pasado de sus edificios... Y fue en ese viaje en el que me aficioné al ron y a la literatura cubana.

Así, cuando me acerqué al libro que da título a esta entrada, su autor no era un desconocido para mí. Ya sabeis que suelo confiar en autores cuyas obras previas me han gustado, y la anterior novela de Leonardo Padura (La Habana, 1955), "El hombre que amaba a los perros" (Tusquets. 2011), es una novela sobresaliente sobre el que fuera el asesino del líder comunista León Trotski, Ramón Mercader, que transcurre en la década de los años 30 del siglo XX entre España, Rusia y México, y que me atrapó durante el verano de 2011.

Como los Reyes Magos todo lo ven y todo lo saben, sus reales majestades de Oriente tuvieron la generosidad de obsequiarme estas pasadas navidades con su serie de novelas policiacas protagonizada por el detective Mario Conde, y yo, que soy mucho de empezar la casa por el tejado, decidí comenzar por el último libro de la saga, ya que se pueden leer de manera independiente.

Herejes (Tusquets. 2013) es en realidad un puzzle compuesto por tres historias perfectamente delimitadas en la novela:

- El libro de Daniel, tiene como punto de partida el 27 de mayo de 1939, cuando llega al puerto de La Habana el S.S. Saint Louis, un barco en el que viajaba casi un millar de judíos que había conseguido escapar de Alemania. Entre los pasajeros se encuentran el matrimonio Kaminsky y su hija pequeña, quienes confían en poder entregar a las autoridades de la isla un pequeño lienzo de Rembrand a cambio de poder "comprar" una nueva vida en Cuba. En el muelle, y conocedores de la valiosa baza con los que cuentan los Kaminsky, esperan el reencuentro el hijo mayor del matrimonio, Daniel, y su tío. Sin embargo, finalmente el desembarco de los refugiados no es autorizado y Daniel no vuelve a ver ni a saber de sus padres jamás. En 2007, y ante la noticia de que el cuadro de Rembrand va a ser subastado por una conocida casa de subastas, el hijo de Daniel llega a La Habana para pedirle al detective Mario Conde que investigue qué ocurrió con el cuadro y con su familia.

- El libro de Elias, retrocede hasta el Ámsterdam de mediados del siglo XVII, donde un joven judio está decidido a rebelarse contra las prohibiciones de su religión y entrar a formar parte del taller de Rembrandt, no sólo como aprendiz del más prestigioso pintor flamenco, sino también como modelo para una de sus obras: Los peregrinos de Emaús.

- El libro de Judith, regresa a La Habana del presente en la que el detective Mario Conde se ve involucrado en la investigación de la desaparición de una joven integrante de una de las variopintas tribus urbanas de la capital cubana.

Una vez expuesto todo lo relativo a su argumento, debo decir que, lamentablemente, esta novela me ha decepcionado. Cuando leo un libro escrito por un autor cubano espero que su evocadora narración me lleve a pasear de nuevo por las calles habaneras, y en este sentido, sólo la primera parte de Herejes, tanto la historia que transcurre en el presente como la que retrocede hasta la Cuba pre-revolucionaria, cumple dicho cometido. La segunda parte me ha aburrido tremendamente, no sé si quizá por haber leído muy recientemente 'Dispara yo ya estoy muerto' de Julia Navarro, pero la verdad es que estaba un poco saturada de historias sobre judios y se me ha hecho muy densa. Y la última parte, en la que pensaba que la novela se reconduciría, directamente no la he entendido: No he entendido qué necesidad tenía el autor de añadir una subtrama paralela y meterse en berenjenales de tribus urbanas que no aportan nada a la historia principal, en lugar de centrarse en la resolución de la trama de la búsqueda del cuadro.

Por todo esto, y a pesar de que el planteamiento de la historia me tuvo completamente enganchada durante las casi 200 páginas que conforman el libro de Daniel, Herejes no pasa del aprobado.

lunes, 2 de junio de 2014

El testigo invisible


"(...) Si muero a manos de mis hermanos los campesinos rusos,
nada habréis de temer, y vuestro linaje reinará por cuatrocientos años.
Pero si son vuestros parientes ricos quienes procuran mi muerte,
ni vosotros ni ninguno de vuestros cinco hijos me sobrevivirá más de dos años (...)"
Carta de Rasputín a Nicolás II

Nacer a principios de los 80 me convirtió en hija (culturalmente hablando) de la España negra más profunda. Ésa en la que la muerte entraba varias veces a la semana en nuestra casa de la mano de ETA, que mataba cada tres días y medio en sus años más duros; áquella en la que la cadena pública dedicaba su prime-time a la búsqueda de personas desaparecidas y era líder de audiencia todas las semanas durante los seis años que el programa estuvo en antena, a pesar de que por entonces ya existían las cadenas privadas; la que convirtió en una gran de partida de Cluedo el asesinato de los Marqueses de Urquijo e hizo de la matanza de Puerto Hurraco la versión patria de los asesinatos de Cielo Drive.

Todo esto cristalizó en un caldo de cultivo quizá un poco macabro pero sin duda inspirador para los que teníamos en nuestra fantasía a la mejor compañera de juegos.

En este contexto, el episodio del asesinato de los últimos zares de Rusia y de sus cinco hijos me fascinó desde que lo conocí. Contenía todos los ingredientes necesarios para convertirse en la historia favorita de la pequeña escritora en ciernes que nunca llegaría a ser: profecías, asesinatos, plebeyas que reclaman identidades principescas...

Tenia 10 años cuando exhumaron los cadáveres de la familia imperial rusa y recuerdo acercarme a los dominicales de la época en busca de los detalles morbosos que omitían los libros de Historia, mucho más prolijos a la hora de explicar las causas que conllevaron al derrocamiento del régimen zarista o las luchas de poder entre bolcheviques y mencheviques, que sinceramente no me interesaban lo más mínimo.

Así, después de leer un par de reseñas sobre su última novela, me decidí a darle a Carmen Posadas (Montevideo, 1953) la oportunidad que sus anteriores obras no me habían animado a concederle.

El testigo Invisible (Planeta. 2013) narra la historia de Leonid, quien sabiéndose en el final de sus días decide desvelar el secreto que lleva toda la vida guardando y que no es otro que haber sido el único superviviente de la matanza de la familia Romanov y de sus criados más cercanos la noche del 17 de julio de 1918. 

De este modo, y a través de los recuerdos y vivencias de Leonid, primero como deshollinador en el palacio imperial y luego como pinche de cocina de la familia Romanov, nos adentramos en los últimos años del Zar Nicolás II, su mujer la Zarina Alejandra y sus cinco hijos. De este modo somos testigos de aspectos de su vida privada, como el amor incondicional que se profesaba el matrimonio, las aspiraciones románticas de las duquesitas, las limitaciones del heredero al trono por la hemofilia que padecía o cómo un personaje de dudosa respetabilidad como Rasputín pudo ganarse la confianza de la zarina y convertirse en su único confidente y asesor, hasta llegar a presenciar el mismo momento en que el pelotón de fusilamiento abre fuego sobre ellos en un sótano de Ekaterimburgo.

Carmen Posadas demuestra un conocimiento exhaustivo no solo de uno de los periodos más convulsos de la historia rusa contemporánea, sino de los lugares en los que transcurre la novela. La ambientación es tan cuidada que me ha permitido pasear por las desabastecidas calles de Petrogrado de la mano de Leonid, asistir desde una de las gélidas orillas del Neva al momento en el que los asesinos de Rasputín se deshacían de su cadáver tiràndolo al rio, unirme a las hordas ciudadanas en busca de alimento por los depósitos de trigo de San Petersburgo, acompañar al ciudadano Romanov y a sus hijas durante sus paseos por el jardin de la residencia de Tobolsk en la que cumplieron su forzado exilio, o detenerme a curiosear frente a la casa Ipatiev junto al resto de vecinos de Ekaterimburgo.

Lo único que destacaría negativamente, o al menos menos positivamente, serían los capítulos escritos en presente por el Leonid anciano, porque sinceramente, salvo el episodio del documental de la BBC, creo que no aportan nada a la historia. 

Y finalmente una duda que me atormenta desde que terminé de leer esta novela: ¿Por qué la autora no ha sacado más partido al hecho de que Leonid conservara el diario personal de una de las grandes duquesas? Creo que haber intercalado fragmentos de ese diario sin duda hubiera dado mucho juego a la hora de profundizar en la vida familiar y privada de los Romanov y no puedo entender cómo la escritora ha descartado un recurso tan efectista.

Sin embargo, como hay más elementos positivos que negativos, y sobre todo por tratarse de un libro apasionante sin restar un ápice de rigor histórico a la historia, mi valoración de esta novela es de notable.