lunes, 16 de marzo de 2015

La boda de Kate


"Cuando se encerró en su habitación para llorar durante dos largas horas,
todos creyeron que estaba lamentando la muerte de su madre, pero no era así:
Kate Salomon lloraba por ella misma, por las oportunidades perdidas 
y por su absoluta inoperancia a la hora de gestionar eso que algunos llaman felicidad".

¿Conoceis esa maravillosa sensación que te invade cuando terminas un libro que ha conseguido sorprenderte, sobrepasar todas tus expectativas e incluso echar por tierra los prejuicios que pudieras tener al empezarlo? Eso es exactamente lo que me ha ocurrido con La boda de Kate (Planeta. 2013), la última novela, aunque la primera que pasa por mis manos, de Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970).

La apacible existencia de Kate Salomon, una anciana británica afincada en un pueblecito español que reparte su tiempo entre la casa que comparte con dos amigas de su edad y la pequeña librería que regenta en el centro del pueblo, da un vuelco el día de su 71 cumpleaños: Forster Smith, el gran su amor de juventud del que lleva sin saber nada desde que él se instalara en los Estados Unidos 50 años atrás, se presenta en la puerta de su casa para pedirle matrimonio. Comienzan entonces los preparativos del peculiar enlace: ¿Cómo debe ser el vestido de novia de una anciana? ¿Está bien que dos personas que se encuentran en el final de sus dias celebren una boda, que no es la primera para ninguno de los dos contrayentes, por todo lo alto? ¿Cómo se lo tomarán sus respectivas familias?

A pesar de la entrañable premisa de la que parte la historia y de que obviamente estamos ante una novela romántica (chick lit creo que le llaman a esto los entendidos), que nadie se espere la cursilería y la ñoñez propias del género porque se equivocará de medio a medio. La protagonista no lleva medio siglo marchitándose, como Penélope, mientras espera a que regrese el amor de su vida. No. Kate Salomon es una mujer independiente (no en vano ha sido ella la que ha rechazado a Forster hasta en tres ocasiones) que ha tenido una existencia más o menos plena y a la que la vida le tiene destinada una última sorpresa.

Además, la historia de amor entre Kate y Forster y los preparativos de su boda pasan a un segundo plano hacia la mitad del libro, cediéndole todo el protagonismo a un misterio literario en el que se verán envueltos los personajes más jóvenes de la novela y en el que está implicado el mismísimo Truman Capote (A sangre fría, Desayuno en Tiffany's). Y es que tampoco en eso estamos ante una novela romántica al uso, ya que lejos de centrarse en la pareja de novios, La boda de Kate es una novela coral en la que prácticamente todos los personajes que se nos presentan tienen un papel protagonista. Y siguiendo con los personajes, cabe destacar el proceso de construcción de los mismos, ya que la autora ha dotado a todos ellos de un pasado en el que ha cuidado hasta el más mínimo detalle.

Mención especial merece el espacio en el que transcurre la novela. En mi cabeza, Ribanova se aparecía como una pequeña ciudad de casitas bajas blancas bañadas por el mar y el sol mediterráneos. Y cuando quise conocer la ubicación exacta del que ya imaginaba como próximo destino de mis vacaciones, Google me reveló la siguiente sorpresa: Ribanova es el Macondo de García Márquez, un lugar salido de la imaginación de la escritora que toma prestados numerosos rincones de su Lugo natal.

La última de las sorpresas que me deparaba La boda de Kate está relacionada con su autora, a quien puse cara ya prácticamente terminando el libro y a la que me costó aceptar como responsable de semejante descubrimiento, ya que Marta Rivera de la Cruz es una habitual de las tertulias socio-políticas que se emiten en diferentes cadenas de televisión y sinceramente debo decir que no goza de mi simpatía más que por lo que dice (honestamente, ahora mismo no sabría si posicionarla a la derecha o a la izquierda) por cómo lo dice: Es su actitud ante las cámaras la que me rechina. Sin embargo, la escritora gallega es como esa ropa que en la percha no dice nada y una vez puesta gana enteros. A Marta Rivera de la Cruz hay que "probársela", y deberían ser sus novelas las que hablaran de ella más que su imagen pública o sus opiniones políticas. 

En definitiva, sobresaliente para esta novela amable que no ha dejado de sorprenderme, escrita con un estilo sencillo y sin artificios que hace que sus 400 páginas se lean en un suspiro.