viernes, 21 de octubre de 2011

Perdonen mi escepticismo

Me siento a escribir este segundo post ante la trascendencia informativa del comunicado de ETA de ayer, aunque no es el hecho informativo en sí, sino las reacciones que el mismo ha suscitado las que me impiden mantenerme al margen de la noticia.

“El fin del terror”. “ETA admite su final”.“Un día para la esperanza”. “ETA claudica”. “Por fin”. Son algunos de los títulares con los que los periódicos españoles han salido hoy a la calle.

Y los líderes de los principales partidos políticos se han referido a la noticia con expresiones tales como “el Estado de Derecho triunfa definitivamente y sin condiciones”,  "es una gran noticia porque se ha producido sin ningún tipo de concesión política”.  “estamos ante una decisión histórica” y “hoy es un día para celebrar la gran victoria de la democracia”. 

Sin embargo, lejos de poner a enfriar una botella de champán (como se ha hecho en mi casa cada vez que ha habido algo que celebrar) o de sentirme feliz, o tan siquiera minimamente expectante o ilusionada ante la noticia, me pregunto dónde han visto nuestros representantes políticos (que no, que no, que no nos representan) el  triunfo del estado de derecho, la decisión histórica, la gran victoria de la democracia y sobre todo la gran noticia sin condiciones políticas.

Vaya por delante mi inexistente empatía con la AVT y (no digamos ya con la Plataforma Voces contra el Terrorismo) como organización o institución (ojo, no con las víctimas como colectivo, que tienen todo mi apoyo y reconocimiento). Y creo que estoy libre de toda sospecha de simpatizar con los derechunos, así que espero que no se me acuse de querer torpedear el proceso de paz en aras de un mayor rédito electoral u otras frases grandilocuentes por el estilo, porque aquí la que suscribe lleva diciendo que ETA está acabada desde el 12 de marzo del 2004: el terrorismo islámico dejó en evidencia los métodos chusqueros de la banda terrorista (de fuera vendrán que bueno te harán), arrebatándole el apoyo popular que mantenía entre algunos sectores de la población.

El problema es que visto el comunicado enviado ayer por la banda, no veo diferencia alguna entre el “cese definitivo de la actividad armada” y el “alto el fuego permanente, de carácter general y verificable” o la “tregua unilateral e indefinida” declarados en anteriores ocasiones. 

Tampoco entiendo por qué el  “llamamiento a los gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de diálogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada” es diferente a su anterior “compromiso firme con  un proceso de solución definitivo y con el final de la confrontación armada” (lo de no poder apreciar los matices se debe pegar más allá del ámbito cromático…). 

Me gustaría creérmelo, de verdad, y confiar en que nos encontramos en el principio del fin, pero ya me lo creí antes y me dieron gato por liebre, y ahora, convertida en perro viejo veo demasiados gatos encerrados. En ambos bandos (bonito zoológico he montado en un momentito).

Porque efectivamente en este país ha habido dos bandos. Ha habido unos que disparaban y otros  que morían. Pero en su comunicado de ayer no hay una sola referencia a las víctimas. Las voces que hoy se escuchan mayoritariamente hablan de un mensaje insuficiente, de que debemos exigir a los terroristas no solo el cese de su actividad, sino su disolución, la deposición de las armas y el perdón a las víctimas.

Pero, ¿encontrarán las víctimas en el perdón un resarcimiento a sus heridas? Es en este punto en el que yo encuentro los mayores obstáculos, porque la mera presencia del agresor, aunque ya no actúe como tal, su sola presencia actualiza el dolor y representa una amenaza, en forma de recuerdo vívido y doloroso.

¿Podemos exigir a las víctimas que perdonen a los asesinos en aras del éxito del proceso de paz del mismo modo que pedimos a las terroristas que no eludan la responsabilidad contraída con aquellos y con toda la sociedad española? ¿Es la concesión del perdón la responsabilidad que deben asumir las víctimas?  ¿Hay que perdonarlo todo, siempre? ¿No está reconocido el derecho a no perdonar? ¿No es de buenos cristianos, de buenos demócratas, de buenas personas? ¿Es viable, creible, factible y definitivo un escenario de una paz sin perdón?

Yo ni lo pido ni lo concedo, le dije una vez a alguien que en cualquier caso no lo merecía. No merecía lo lapidario de la frase. Sí mi perdón. O al menos eso dicen que dije. Yo creo que la frase es demasiado buena para ser mía, pero sí es cierto que yo soy poco partidaria de pronunciar esas 6 letras y más de que se me demuestre (o muestre) o demostrar (mostrar) yo el arrepentimiento con hechos, que las palabritas ya se sabe.

Hace no mucho, alguien muy sabio y me dijo que hace falta el mismo tiempo que ha durado un problema para superarlo. Si está en lo cierto, y realmente estamos al comienzo de un nuevo escenario, tenemos por delante más de 50 años de andar descalzos sobre cristales rotos. Avanzar será doloroso. Quedarse quieto o desandar lo andado también lo serán.