"Llegó con tres heridas:
La del amor,
la de la vida,
la de la muerte."
Miguel Hernández
Sin embargo, mis ganas de saber se han topado siempre con el silencio, en mi casa primero y en las aulas después. Mis abuelos nunca han sido de contar "batallitas", supongo que en parte por esa mordaza que se autoimpusieron los que perdieron la guerra, y en parte porque, estoy convencida de que, en un lado y en el otro, en algún momento, quien más quien menos se vio obligado a hacer cosas de las que no se sienten muy orgullosos para sobrevivir y prefieren callar y olvidar.
En lo que respecta al ámbito educativo, la Guerra Civil era una materia que se quedaba siempre fuera del temario por falta de tiempo. No exagero si afirmo que la primera vez que he estudiado la Guerra Civil española ha sido ya durante la carrera, de la mano de uno de los mejores, eso sí, el Profesor Javier Cervera, cuyos amplios conocimientos al respecto se han materializado en obras como 'Ya sabes mi paradero: la guerra civil a través de las cartas de los que la vivieron' (Editorial Planeta. 2005), 'Madrid en guerra. La ciudad clandestina 1936-1939' (Alianza Editorial. 2006) o 'La guerra no ha terminado: el exilio español en Francia 1944-1953' (Taurus Ediciones. 2007).
Es en esta falta de conocimiento, académico y doméstico, donde surge mi interés por todo aquello (películas, documentales, libros...) que transcurra en las décadas de los años 30 y 40 en nuestro país, y donde nace mi fascinación por las historias que suceden entre sirenas anti-aéreas, cartillas de racionamiento, cafés con achicoria, checas y sacas.
En lo que respecta al ámbito educativo, la Guerra Civil era una materia que se quedaba siempre fuera del temario por falta de tiempo. No exagero si afirmo que la primera vez que he estudiado la Guerra Civil española ha sido ya durante la carrera, de la mano de uno de los mejores, eso sí, el Profesor Javier Cervera, cuyos amplios conocimientos al respecto se han materializado en obras como 'Ya sabes mi paradero: la guerra civil a través de las cartas de los que la vivieron' (Editorial Planeta. 2005), 'Madrid en guerra. La ciudad clandestina 1936-1939' (Alianza Editorial. 2006) o 'La guerra no ha terminado: el exilio español en Francia 1944-1953' (Taurus Ediciones. 2007).
Es en esta falta de conocimiento, académico y doméstico, donde surge mi interés por todo aquello (películas, documentales, libros...) que transcurra en las décadas de los años 30 y 40 en nuestro país, y donde nace mi fascinación por las historias que suceden entre sirenas anti-aéreas, cartillas de racionamiento, cafés con achicoria, checas y sacas.
Por eso cuando me encontré por pura casualidad con una reseña sobre Las tres heridas (Editorial Planeta. 2012) supe que este libro me encantaría.
La cuarta novela de Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) narra la historia de Ernesto, un profesor de literatura decidido a cumplir la última voluntad de su recién fallecida esposa: dejarlo todo para dedicarse a tiempo completo al sueño de escribir su gran novela. Aficionado a las antigüedades, en una de sus habituales visitas al Rastro madrileño se hace con una caja de hojalata que contiene unas cartas manuscritas y una fotografía en blanco y negro de una joven pareja en cuyo dorso puede leerse: Mercedes y Andrés. Móstoles. 19 de julio de 1936.
Intrigado por lo que se esconde detrás de esa imagen y esas cartas, y con la esperanza de que se encuentre frente a la historia que le permita escribir su gran novela, Ernesto decide investigar sobre el terreno para ver si es capaz de dar con el paradero de la pareja o si por el contrario algún vecino del pueblo de Móstoles puede contarle qué fue de ellos.
Esa investigación nos hace retroceder en el tiempo llevándonos directamente a los aciagos días de la Guerra Civil en los que transcurre el segundo hilo temporal de la novela. Ahí conocemos cómo, pocos días después de ser tomada esa fotografía, la felicidad del joven matrimonio se ve truncada cuando Andrés, denunciado por un vecino, es obligado a alistarse a la guerra con el bando republicano.
Mercedes decide entonces huir a la capital con su madre donde es acogida en casa de los Cifuentes, una familia acomodada y afín al levantamiento militar que tendrá mucho que ver con el destino de Mercedes, quien, a su vez, se convertira en confidente de la hija mayor, Teresa, que se debate entre dejarse llevar por sus sentimientos o la lealtad a su familia.
A pesar de lo que pueda parecer, Las tres heridas no es otra novela sobre la Guerra Civil, sino sobre las vicisitudes de una decena de personajes a los que les tocó vivir entre 1936 y 1939.
Escrita con un ritmo ágil, un estilo cuidado y una minuciosa ambientación que unida a un lenguaje riquísimo te mete de lleno en ese Madrid en guerra, la novela me ha tenido totalmente enganchada durante sus casi 700 páginas. Todos los personajes que la conforman, incluso los secundarios, son tan reales, tan humanos, están tan perfectamente dibujados, que logramos entender su proceder aún cuando no empaticemos con muchos de ellos.
Lo único que me ha gustado menos son las sorpresas (lo dejaré ahí para no destriparle el argumento a nadie) con las que se ha desmarcado la autora para tratar de unir ambas tramas, aunque reconozco que eso no le ha restado un ápice de interés a la historia.
Por todo ello, le doy un sobresaliente a esta magnífica novela que demuestra que buenos, y malos, los hubo en ambos bandos.