miércoles, 23 de abril de 2014

Las tres heridas




"Llegó con tres heridas:
La del amor, 
la de la vida,
la de la muerte."
 Miguel Hernández 

Ya he dicho en alguna ocasión que tengo especial predilección por los libros ambientados en la Guerra Civil y en la inmediata posguerra. Soy de la opinión de que los que nacimos ya en democracia, los primeros españoles verdaderamente a salvo de las heridas de la Guerra Civil, tenemos una deuda, una obligación moral, con la generación que sufrió esa guerra cainita y su posterior represión, y esa deuda u obligación no es otra que no olvidar, conocer la verdad, tratar de comprender sin caer en maniqueísmos de que unos fueron muy buenos y los otros muy malos y asumiendo que en ambos bandos se cometieron atrocidades.

Sin embargo, mis ganas de saber se han topado siempre con el silencio, en mi casa primero y en las aulas después. Mis abuelos nunca han sido de contar "batallitas", supongo que en parte por esa mordaza que se autoimpusieron los que perdieron la guerra, y en parte porque, estoy convencida de que, en un lado y en el otro, en algún momento, quien más quien menos se vio obligado a hacer cosas de las que no se sienten muy orgullosos para sobrevivir y prefieren callar y olvidar. 

En lo que respecta al ámbito educativo, la Guerra Civil era una materia que se quedaba siempre fuera del temario por falta de tiempo. No exagero si afirmo que la primera vez que he estudiado la Guerra Civil española ha sido ya durante la carrera, de la mano de uno de los mejores, eso sí, el Profesor Javier Cervera, cuyos amplios conocimientos al respecto se han materializado en obras como 'Ya sabes mi paradero: la guerra civil a través de las cartas de los que la vivieron' (Editorial Planeta. 2005), 'Madrid en guerra. La ciudad clandestina 1936-1939' (Alianza Editorial. 2006) o 'La guerra no ha terminado: el exilio español en Francia 1944-1953' (Taurus Ediciones. 2007).

Es en esta falta de conocimiento, académico y doméstico, donde surge mi interés por todo aquello (películas, documentales, libros...) que transcurra en las décadas de los años 30 y 40 en nuestro país, y donde nace mi fascinación por las historias que suceden entre sirenas anti-aéreas, cartillas de racionamiento, cafés con achicoria, checas y sacas.

Por eso cuando me encontré por pura casualidad con una reseña sobre Las tres heridas (Editorial Planeta. 2012) supe que este libro me encantaría.

La cuarta novela de Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) narra la historia de Ernesto, un profesor de literatura decidido a cumplir la última voluntad de su recién fallecida esposa: dejarlo todo para dedicarse a tiempo completo al sueño de escribir su gran novela. Aficionado a las antigüedades, en una de sus habituales visitas al Rastro madrileño se hace con una caja de hojalata que contiene unas cartas manuscritas y una fotografía en blanco y negro de una joven pareja en cuyo dorso puede leerse: Mercedes y Andrés. Móstoles. 19 de julio de 1936.

Intrigado por lo que se esconde detrás de esa imagen y esas cartas, y con la esperanza de que se encuentre frente a la historia que le permita escribir su gran novela, Ernesto decide investigar sobre el terreno para ver si es capaz de dar con el paradero de la pareja o si por el contrario algún vecino del pueblo de Móstoles puede contarle qué fue de ellos.

Esa investigación nos hace retroceder en el tiempo llevándonos directamente a los aciagos días de la Guerra Civil en los que transcurre el segundo hilo temporal de la novela. Ahí conocemos cómo, pocos días después de ser tomada esa fotografía, la felicidad del joven matrimonio se ve truncada cuando Andrés, denunciado por un vecino, es obligado a alistarse a la guerra con el bando republicano.

Mercedes decide entonces huir a la capital con su madre donde es acogida en casa de los Cifuentes, una familia acomodada y afín al levantamiento militar que tendrá mucho que ver con el destino de Mercedes, quien, a su vez, se convertira en confidente de la hija mayor, Teresa, que se debate entre dejarse llevar por sus sentimientos o la lealtad a su familia.

A pesar de lo que pueda parecer, Las tres heridas no es otra novela sobre la Guerra Civil, sino sobre las vicisitudes de una decena de personajes a los que les tocó vivir entre 1936 y 1939.

Escrita con un ritmo ágil, un estilo cuidado y una minuciosa ambientación que unida a un lenguaje riquísimo te mete de lleno en ese Madrid en guerra, la novela me ha tenido totalmente enganchada durante sus casi 700 páginas. Todos los personajes que la conforman, incluso los secundarios, son tan reales, tan humanos, están tan perfectamente dibujados, que logramos entender su proceder aún cuando no empaticemos con muchos de ellos.

Lo único que me ha gustado menos son las sorpresas (lo dejaré ahí para no destriparle el argumento a nadie) con las que se ha desmarcado la autora para tratar de unir ambas tramas, aunque reconozco que eso no le ha restado un ápice de interés a la historia.

Por todo ello, le doy un sobresaliente a esta magnífica novela que demuestra que buenos, y malos, los hubo en ambos bandos.

lunes, 7 de abril de 2014

Dispara, yo ya estoy muerto




Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo
es muriendo o matando

No suelo leer críticas de ningún libro que tenga previsto leerme. Es más, si puedo, evito mirar hasta la sinopsis de la contraportada para que ninguna información u opinión condicione mi lectura. Otra cosa es que me encuentre con una reseña de un libro desconocido que despierte mi interés o que premeditadamente vaya a la caza y captura de algo que leer: Sólo cuando ando muy perdida en busca de nuevas adquisiciones le doy la vuelta al libro o indago un poco más para saber algo más de su argumento, pero es una lectura como de reojillo, de querer saber sin saber, como cuando los niños ven una película de miedo y se tapan los ojos con las manos abiertas (claro que, a la vista de los tostones que pasaron por mis manos el año pasado, igual debería plantearme ir cambiando de método de elección).

El caso es que en cuanto me enteré de que Julia Navarro (Madrid, 1953) publicaba nuevo libro me hice con él sin conocer absolutamente nada acerca de su argumento. Su anterior novela, 'Dime quién soy', me había encantado y "La hermandad de la sábana santa" sin ser una novela maravillosa como la anterior también había conseguido engancharme, así que me dispuse a disfrutar de varias semanas de lectura cuanto menos entretenida. Y en qué momento... 

Más de cuatro meses me ha costado terminar Dispara, yo ya estoy muerto (Plaza & Janés. 2013) una densa novela que aborda, nada más y nada menos que el conflicto palestino-israelí desde comienzos del siglo XX, cuando empiezan a producirse los primeros asentamientos, hasta la actualidad.

La historia comienza a finales del siglo XIX cuando la familia de Samuel Zucker es asesinada por culpa de los pogromos zaristas contra los judíos y Samuel se ve obligado a dejar su Polonia natal y exiliarse a San Petersburgo primero y a Palestina algunos años después. Allí conocerá a los Ziad, una familia musulmana a los que compra unos terrenos en los que poder establecerse y con los que entablará una relación casi fraternal más allá de las diferencias religiosas o étnicas. Con el pasar de los años, a la convivencia entre Samuel y la familia Ziad se van sumando nuevos miembros, árabes y judios, que ponen al lector frente al abanico de todas las posiciones posibles en lo relativo a la cuestión palestino-israelí.

Dispara, yo ya estoy muerto está narrada desde dos perspectivas, la judía y la árabe, y llega hasta el presente utilizando la excusa de la elaboración de un informe acerca de los asentamientos de los colonos judíos en Palestina por parte de una cooperante internacional. Sin embargo el conflicto es tan complejo que intentar abordarlo en un libro, aunque sea en uno de mil páginas, me parece una osadía y una temeridad.

Además de la complejidad de la idea sobre la que gira el argumento, la falta absoluta de ritmo narrativo y la veintena larga de personajes que conforman esta novela coral han hecho imposible que consiguiera meterme en la historia en ningún momento, teniendo que obligarme constantemente a continuar con su lectura.

Ni siquiera el "sorprendente giro final" funciona: la resolución de la historia es forzadísima y las últimas 50 páginas no acaban de encajar con una historia que empieza a dar vueltas sobre sí misma mucho tiempo atrás.

Lo único que salvaría es la historia de Samuel, Katia y Dalida en la Francia ocupada por los alemanes, su actividad en la resistencia y su paso por los campos de exterminio nazis de Auschwitz y Ravensbrück, en la que la autora recupera el ritmo y el estilo que me cautivara en 'Dime quién soy'.

Julia Navarro se une así, aunque por motivos completamente opuestos, a María Dueñas en la lista de peores lecturas del año pasado después de haber encabezado ambas con sus novelas previas el ranking de las que más me gustaron el año anterior: Si, como ya comenté aqui, tras leer 'Misión Olvido' me invadió la sensación de que se trata de una historia escrita con prisas para cumplir con un contrato editorial y que por eso no acaba de cuajar, por el contrario tengo la impresión de que Dispara, yo ya estoy muerto es el libro que su autora ha querido escribir siempre y que sólo después del éxito de 'Dime quién soy' se ha atrevido a publicar, pero en el que la Historia (con mayúsculas) se ha comido a la historia.

Así, y aunque se trata de una novela que me ha aburrido tremendamente, y que yo personalmente no recomendaría al común de los lectores, le voy a dar un aprobado porque es innegable la labor de documentación que hay detrás y que agradecerán los iniciados en el tema.