jueves, 26 de febrero de 2015

Desde la noche y la niebla: Mujeres en las cárceles franquistas


"Compañera, sabemos que te han maltratado bárbaramente.
En nombre de todas te saludamos.
Mientras estés incomunicada, la misma compañera que te ha pasado este saludo 
seguirá en relación contigo. Dinos si necesitas sacar algún recado a la calle.
Haremos lo que esté a nuestro alcance por ayudarte.
Toda la prisión está llena. Resiste. Aqui también luchamos".

Dice Almudenas Grandes en el prólogo de Desde la noche y la niebla: Mujeres en las cárceles franquistas (Horas y horas. 2012) que cuando salió publicado por primera vez,  éste era un libro necesario. Hoy, casi 40 años después de su primera edición, y en parte gracias a las novelas de la Grandes y, anteriormente, a 'La voz dormida' de Dulce Chacón, quizá su lectura no sea tan necesaria para entender el horror de la realidad carcelaria del franquismo, pero sin duda se trata de un testimonio ineludible si lo que se pretende es conocer de primera mano la historia de una de aquel millón de presos políticos que llegaron a estar encerrados en cualquiera de las numerosas prisiones que brotaron como setas en la España de posguerra.

Desde la noche y la niebla, que ya desde su título hace referencia a la desaparición forzada de personas por parte del régimen nazi, es la historia de los últimos días de la contienda en un Madrid que nunca se rindió, sino que fue entregado a Franco por la Junta del General Casado; de la estampida de miles de republicanos hacia Alicante con la esperanza de ser rescatados por barcos de la Sociedad General de Naciones; de cómo sus ilusiones se rompieron en pedazos cuando el puerto de Alicante se convirtió en una ratonera en la que cientos de familias fueron separadas y no camino de la libertad precisamente; del hambre que les arañaba las tripas cuando les deportaron a los campos de concentración (porque sí, en España también los hubo); de las lamentables condiciones del viaje en tren que las trajo de regreso a Madrid para ser identificados y encarcelados; del hacinamiento de aquella masa despersonalizada de mujeres que pugnaban por una baldosa en las celdas, los patios y hasta las escaleras de la cárcel de Ventas en la que poder estirar sus maltrechos cuerpos; de la brutalidad de las torturas que sufrieron en los sótanos de Gobernación; de las humillaciones a las que las sometieron las monjas y funcionarias; de los juicios sumarísimos basados en pruebas falsas y con abogados defensores que ni siquiera conocían a sus defendidas, y de su dignidad ante los pelotones de fusilamiento frente a las tapias del cementerio del Este. 

Pero sobre todo es la historia de la red de solidaridad que se tejió entre las presas, compartiendo los raquíticos paquetes que sólo a costa de privarse ellos de comer podían hacerles llegar sus familiares desde el exterior, promoviendo huelgas de hambre para conseguir mejoras en las condiciones de los niños tiñosos que vivían en la galería de madres, o convirtiéndose en las manos de una condenada a muerte a la que un terror paralizante impide siquiera vestirse la noche en la que la van a meter en capilla.

Lo que no es este libro es una novela auto-biográfica, ya que de su autora toma distancia de su propia vivencia utilizando la tercera persona y desfigurando algunos hechos para no dar a conocer su identidad, ya que cuando la novela fue escrita, Juana Doña (Madrid, 1918- Barcelona, 2003) estaba de nuevo incorporada a la lucha clandestina. Así, por ejemplo en la novela no encontramos una sola referencia a la mediación de Eva Perón para conmutarle la pena de muerte por una condena de treinta años. Pero que nadie se piense que las trescientaypico páginas que conforman Desde la noche y la niebla son producto de la imaginación de la autora, ya que como ella misma la definió estamos ante una novela-testimonio: La Leonor del relato es en esencia Juana Doña (una jovencísima comunista madrileña cuyo marido, dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas, será fusilado en los primeros años de la posguerra, y cuya propia condena a muerte será conmutada por una condena de 30 años de los cuales cumplirá 18 en diferentes prisiones españolas) pero su voz es la de las miles de presas políticas con las que compartió encierro en Ventas, Segovia, Guadalajara o Alcalá de Henares.

No sé si es debido a la falta de oficio de la autora o que a fuerza de leer tanto sobre el mismo tema al final una acaba "insensibilizándose", pero lo cierto es que no he conseguido sentir como propio el sufrimiento de Leonor, sus desventuras no me han mantenido pegada al sofá ni he notado ese pellizco en el estómago fruto de la rabia ante la crudeza de los hechos relatados que sí he sentido al leer las novelas mencionadas más arriba.

Sin embargo, y pese a que la calidad literaria del texto pueda no satisfacer a los lectores más exigentes, voy a calificar con un notable a esta novela por su innegable valor histórico a la hora de dar testimonio de la brutal represión que sufrieron miles de mujeres, en muchos casos por el único delito de mantenerse leales a la legalidad democrática.

lunes, 2 de febrero de 2015

El sueño de las Antillas


"Al otro lado del mar nos espera una tierra de palmeras altas como torres de iglesia,
pájaros de colorido plumaje y una vegetación verde y frondosa como en el paraíso.
Una isla que sobrepasa a cualquier otro lugar en belleza... 
¡La tierra más hermosa que ojos humanos vieron! ".

El sueño de las Antillas (Grijalbo. 2013) supone mi primera incursión en la temática landscape, o lo que es lo mismo, novelas protagonizadas por mujeres que buscan cambiar su suerte empezando una nueva vida en algún destino lejano y sugerente (La India, Nueva Zelanda, exóticas islas Caribeñas...) y en las que se entremezcla la novela de aventuras, la romántica y la histórica.

Bien pensado, quizá la acuñación del término sea bastante posterior a la aparición de las primeras novelas de este tipo (aunque actualmente nos encontremos ante un auténtico boom del género gracias a autoras como Sarah Lark, Elizabeth Haran o Nicole C. Vosseler) y quizá éste no sea el primero de estos libros que yo leo, ya que hará unos diez años me dió por leer prácticamente toda la obra publicada de Isabel Allende y títulos como "Inés del alma mía" podrían englobarse perfectamente dentro de esta calificación. Pero bueno, digamos que se se trata de mi primera incursión en el género (o en el sub-género) landscape desde que se le conoce con este nombre.
 
La propuesta de Carmen Santos (Valencia, 1958) está protagonizada por Valentina, una joven criada de los Marqueses de Tormes que en 1.858 decide dejarlo todo para seguir a su marido, cochero del palacio, en su sueño de buscar fortuna en el Nuevo Mundo. El mes que duraba la travesía que separaba España de Cuba, con las miserias que suponía viajar en tercera clase (falta de higiene, carestía de alimentos, enfermedades...), será sólo la primera etapa de una aventura que nos llevará a conocer las dos caras de una misma moneda que era la sociedad habanera de la época: la cara, representada por la aristocracia de las plantaciones de azúcar, y la cruz, encarnada en la prostitución y la esclavitud sobre la que la antigua colonia española construyó la riqueza que la convertiría en la Perla de las Antillas.

En principio, esta novela tenía suficientes atractivos para conquistarme y sin embargo... no puedo decir que lo haya conseguido. Principalmente porque no me han resultado creíbles todas las peripecias vitales que sufre la protagonista en un periodo tan corto de tiempo. Y es que, aunque la historia finaliza en 1.878, el grueso de la novela (600 de sus setecientas y pico páginas) transcurre en apenas diez años en los que a Valentina le ocurre absolutamente de todo. Y aún aceptando que las desgracias nunca vienen solas y que los golpes de suerte ocurren, El sueño de las Antillas es un auténtico culebrón en el que tienen cabida el romance, la pasión, el drama, la venganza...

Por otro lado, he tenido la sensación de que la autora se recreaba una y otra vez en los mismos pensamientos de la protagonista, y que ciertos espisodios históricos que aparecen en la historia no añaden nada a una trama, para mi gusto, larga en exceso.

El minucioso trabajo de documentación por parte de la autora hace de la ambientación histórica el punto fuerte de la novela. Gracias a su vasto conocimiento de la vestimenta, los medios de transporte, los bailes y las costumbres habaneras de la época, hasta un lector no iniciado en esos temas será capaz de "ver" a las mujeres bajando de sus quitrines con sus abultados polisones y entrando en un majestuoso salón para bailar la contradanza. 

Por esa perfecta recreación de La Habana colonial le doy un aprobado a esta historia que te encantará si te gustan los folletines románticos (que nadie le busque la connotación peyorativa, porque no la hay) y las grandes novelas decimonónicas del tipo de "Anna Karenina" o "Doctor Zhivago", pero que a mí se me ha hecho un poco pesada por momentos.