miércoles, 18 de noviembre de 2015

Cicatriz


"A menudo en la vida, cuando mejor crees que van las cosas,
es cuando más cerca estás de pifiarla a lo grande.
Una cagada épica y espantosa que antes de cometerla te parecerá una magnífica idea.
Tan buena que irás cantando y bailando hacia ella,
como una cucaracha que se zambulle en un barreño de insecticida haciendo un doble tirabuzón". 

No es ningún secreto que los thrillers no son mis libros favoritos. Que mi afición por los thrillers cinematográficos es inversamente proporcional a mi interés por este género literario. Bueno, en realidad no es que no me interesen, lo que pasa es que me cuesta muchísimo dar con uno que colme mis expectativas, porque o bien intuyo por donde van los tiros hacia la mitad de la novela o porque incluyen tal catálogo de detalles macabros que directamente se me indigestan, por lo que al final casi siempre acabo decantándome por otro tipo de libros.

Pues bien, no sé qué tienen las novelas de Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) que hace que literalmente las devore. Dice Gómez-Jurado de sí mismo que es hijo del cine americano. Tal vez sea eso, que sus historias parecen sacadas de un guión de Hollywood. O quizá que da la sensación de que Gómez-Jurado no se sitúa por encima de sus lectores, sino que los trata de igual a igual, que escribe lo que le gustaría leer. El caso es que su última novela, un tocho que roza las 600 páginas, me ha durado cinco días escasos entre las manos. Echen ustedes cuentas.

Sabeis que soy una firme defensora (y practicante) de que el lector debe enfrentarse a una lectura con la mínima información previa posible, y por eso escribo estas reseñas tan sui géneris (o quizá escribo así porque toda yo soy un poco sui géneris. El órden de los factores ya tal). Pero además, en el caso de Cicatriz (Ediciones B. 2015) se trata de una novela que sale hoy a la venta por lo que, cualquier cosa que yo dijera sobre su argumento podría ser interpretado como un acto de deslealtad e incluso como una indiscrección por parte de las hordas de seguidores del autor que esperan ansiosos hacerse con ella, por lo que apenas me detendré en su trama.

Basta con saber que transcurre en Chicago y que está protagonizada por un friki de la informática adicto a la Coca-Cola, quien, a falta de vida social, dedica sus días a perfeccionar una poderosa herramienta tecnológica de su invención que está a punto de cambiarle la vida.

Y dicho esto, seguimos para bingo. Me fascina el estilo literario de Juan Gómez-Jurado. Pero sobre todo lo que me gusta de este autor es que se nota que disfruta escribiendo, que estoy convencida de que es de esos escritores que sonríen mientras imagina las perrerías a las que someterá a sus personajes, y ese "sadismo" se traduce en un tono sarcástico que ejerce una atracción tan poderosa sobre mí que hace que no pueda parar de leer.

En mi opinión, Juan Gómez-Jurado es el escritor más polivalente de las letras españolas en la actualidad. Lo mismo te escribe una novela picaresca heredera del mismísimo Lazarillo de Tormes ('La leyenda del ladrón'. Planeta. 2012) que un angustioso thriller en el que el protagonista debe asesinar al Presidente de los Estados Unidos para salvar a su propia hija ('El Paciente'. Planeta. 2014). 

En el caso de Cicatriz, estamos de nuevo ante un apasionante thriller, y si en 'El Paciente' Gómez-Jurado me dejó completamente boquiabierta con sus conocimientos sobre neurología y armamento (podeis leer la reseña que publiqué en su día aqui), os aseguro que el dominio que demuestra sobre temas tan complejos y diversos como informática/tecnología, técnicas y maniobras militares o el modus operandi de ciertas organizaciones criminales es absolutamente asombroso. Pero debo reconocer que por tratarse de temas complejos que a mí, particularmente, no me interesan especialmente, ha habido partes de la novela que me han resultado menos atractivas de lo que debieran.

Quizá por el simple hecho de que es la novela en la que dio vida a Mr.White (el malo más malo al que yo me haya enfrentado en mi vida lectora), yo me sigo quedando con 'El Paciente', pero estoy completamente convencida de que Cicatriz va a ser la novela de las navidades. Y si lo vuestro no son los thrillers, echadle un vistazo al resto de los títulos de Juan Gómez-Jurado y no dejeis de incluir alguno de ellos en vuestra carta a los Reyes Magos, porque vais a descubrir a un escritor de los que crean adicción.

martes, 3 de noviembre de 2015

Un jardín al norte


"(...) Con Beigbeder es diferente es diferente.
Reconozco que solo lo he visto una vez y demasiado brevemente,
pero sentí esa certeza recorrerme por completo.
Es más que un hombre para mí. Es más que una aventura.
Es más que una causa por la cual luchar para agradar y satisfacer a mi nación.
Es mi vida. Es el amor de mi vida".

Hay vidas que parecen sacadas de la mejor de las novelas. Personas que tienen el don de estar en el lugar apropiado en el momento preciso, la capacidad de relacionarse con los personajes clave del momento y la habilidad de transformarse ante las adversidades reinventándose una y mil veces. Es el caso de Rosalind Fox, espía británica (aunque ella siempre lo negara) y amante del Ministro de Asuntos Exteriores del primer gobierno de Franco, José Luis Beigbeder, a la que la mayoría conocimos gracias a "El tiempo entre costuras" (María Dueñas. Editorial Planeta).

Pero éste también podría ser el caso de Boris Izaguirre (Caracas, 1965), el que fuera fenómeno mediático hace ya casi 20 años por enseñarnos sus intimidades en late-night, hoy reconvertido en escritor de prestigio (amén de gurú de la elegancia y el saber estar). Porque no nos engañemos: Podemos tener todos los prejuicios que queramos con respecto al oficio de escritor del venezolano, pero que existiendo ya unas memorias escritas por la propia señora Fox éste haya tenido la osadia de escribir una novela en primera persona sobre ella y haya salido bien parado (y con bien parado no me refiero sólo a que esa primera persona suene creíble, que también, sino a que nos olvidemos de que la pluma que está detrás es la de alguien tan fácilmente identificable como Boris) no significa más (ni menos) que no nos encontramos ante otro personaje conocido metido a junta-letras.

Un jardín al norte (Planeta. 2014) comienza en la década de los años 20 en el condado británico de Kent, donde conocemos la soledad de la pequeña Rosalind, recluída en un internado para señoritas tras la separación de sus padres. Somos partícipes de sus primeros encargos como espía cuando una Rosalind ya adolescente se marcha a vivir a la India colonial con su padre. Somos testigos de su prematura boda con un hombre que la llevará a conocer las mieles del primer amor y la maternidad, y la hiel de la traición, el engaño y la decepción. Y cuando los peores augurios se ciernen sobre la frágil Rosalind, la veremos renacer convertida en toda una heroína. Así, asistiremos a los Juegos Olímpicos de Berlín en los prolegómenos del nazismo donde conocerá a su gran amor y estaremos presentes en Estoril en el momento del accidente de aviación que causó la muerte al General Sanjurjo. Pero sobre todo conoceremos la lucha interior de la protagonista entre llevar a cabo la misión que le han encomendado o entregarse al amor de su vida.

A pesar de que la protagonista indiscutible es Rosalind, si tuviera que quedarme con un personaje de Un jardín al norte, sería con Zahid, su fiel criado, porque creo que encarna todo lo que no encontrará en los hombres de su vida (Beigbeder incluído): la lealtad de un amigo, los desvelos de un padre, el cariño de un esposo. Y si tuviera que quedarme con un escenario ése sería Calcuta, pero también me ha encantado disfrutar de ese oasis de tranquilidad que era el suntuoso jardín de Tánger y, sobre todo, escandalizar a la mojigata sociedad española de la época.

Sin embargo, me resulta difícil clasificar esta novela, ya que si bien tiene una importante carga romántica, es quizá la parte de la historia que menos creíble me ha resultado: Desconozco si sucedió así en la realidad o es cosa del autor, pero la novela pasa de puntillas por el proceso de enamoramiento entre Rosalind y Beigbeder, pasando de un primer encuentro más bien soso, o simplemente cortés, a un intercambio de cartas excesivamente pasional en el que se descubren mutuamente como almas gemelas, por lo que me ha costado bastante entrar en su historia de amor. Del mismo modo, y a pesar de las misiones que debe llevar a cabo Rosalind no estamos ante una historia de espías, sino que más bien diría que se trata de una novela de aventuras que transcurre en un periodo apasionante de la Historia que abarca la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial.

Lo que sí tengo claro es que se trata de una novela que me ha resultado muy entretenida y que pone de manifiesto el talento de Boris como escritor. Por ello se queda muy cerquita del notable en mi calificación personal y te la recomiendo si te quedaste con ganas de más después de leer "El tiempo entre costuras".