miércoles, 23 de diciembre de 2015

Diferentes puntos de vista sobre la Guerra Civil


Este verano han pasado por mis manos un montón de libros, todos ambientados en la Guerra Civil y la posguerra. Sin embargo ninguno me ha encantado especialmente. No sé si verdaderamente ninguna de estas obras destaca sobre el resto o estoy tan hastiada ya de leer sobre ese periodo que no reconozco una buena novela cuando la tengo entre manos (aunque ya les advierto que no todos los títulos de esta entrada son novelas). Me encuentro ahora mismo en un proceso de "desintoxicación" que no sé cuánto me durará, pero que me hace mucha falta antes de volver a adentrarme en esos años con las ganas de antaño. 

El caso es que como me veía completamente incapaz de escribir seis reseñas medianamente entretenidas hablando prácticamente de lo mismo, y puesto que todos estos libros tienen algo que les hace diferente al resto, he decidido juntarlos en esta entrada y hacer una mini valoración de cada uno de ellos.

Empecemos.

El tragicómico: Antonia (Esfera de los libros. 2014)

Los de treintaytantos solemos decir que somos la primera generación en vivir peor que nuestros padres, pero (afortunadamente para nosotros) los libros de Historia están ahí para desmentirnos. Los que nacieron al albor de los progresos de la República tuvieron aún menos suerte que nosotros, pues la Guerra Civil primero y la Dictadura Franquista después les arrebataron ese futuro mejor que sus padres soñaron para ellos. Antonia pertenece a esa generación, y sin embargo recuerda los tres años de guerra como "los más felices de su vida", en los que aún no conocía la miseria, el hambre, el abandono, la soledad o las palizas.

Por la coincidencia de escenarios e incluso por la propia condición de superviviente de Antonia, éste libro podría formar parte perfectamente de los 'Episodios de una guerra interminable', de no ser porque carece de la afectación de las novelas de Almudena Grandes, siendo el tono de Nieves Concostrina (Madrid, 1961) más bien sarcástico e incluso abiertamente humorístico en ciertos pasajes a pesar de la crudeza de los hechos que nos narra.

Sin embargo para una drama-queen confesa como la que suscribe, esa ausencia de intensidad ha supuesto un handicap que me ha impedido conectar al 100% con la protagonista, haciendo que me falte ese "algo" que hace que un libro pase de gustarte sin más a encantarte. A pesar de ello, se trata de la novela que más cerca del notable se ha quedado de todas las que aparecen en esta entrada, y estoy segura de que encantará a lectores menos ávidos de tragedia que yo.

El infantil: La lengua de los secretos.

Entre 1936 y 1939 más de 30.000 niños se vieron obligados a dejar su país tratando de escapar del horror de la Guerra Civil. Fueron los llamados "Niños de la Guerra". Martínxo fue uno de ellos, un pequeño de 10 años que se hizo cargo de tres de sus hermanos (Luisa, Matilde y Lucas) cuando fueron separados de sus padres y metidos en un barco que les llevaría hasta Francia, donde los cuatro niños consiguieron sobrevivir solos gracias a la solidaridad de los vecinos de la localidad de Tenay. 

Sin embargo, el relato de esos días está exento de dramatismo, de rencor o de rabia. Más bien al contrario se trata de una novela que rebosa fantasía, porque es en el mundo de la imaginación donde el protagonista se refugia de la realidad que le ha tocado vivir. Aunque parezca increíble, la historia de Martín Abrisketa (Bilbao, 1967) es una novela de aventuras al más puro estilo de Peter Pan (y no solo por las continuas referencias a la obra).

A pesar de a lo novedoso del enfoque y de que la ternura está presente a lo largo de toda la novela, la realidad es que la historia de Martinxo y sus hermanos no ha logrado conmoverme ni ha conseguido captar mi interés durante la totalidad de sus poco más de 500 páginas. Pero estoy segura de que este libro hará pasar muy buenos ratos a los seguidores de las peripecias de Tom Sawyer o de Huckleberry Finn.

El cínico: Por un saco de huesos.

La propuesta de Lluis-Anton Baulenas es la historia de una farsa. La de un joven republicano que en la Barcelona de los años 40 se hace pasar por legionario para cumplir con la última voluntad de su padre: recuperar el cadáver de quien le salvó la vida durante su encierro en el campo de concentración de Miranda de Ebro.

Escrita con un ritmo más propio de una novela policíaca, lo que más me ha gustado es ver pensar al protagonista como un Don Nadie pero actuar como un legionario sin escrúpulos.

El principal 'pero' de esta novela es su punto de partida. No me ha resultado nada creíble que alguien dedique su vida a crear una doble vida con la que engañar al Régimen Franquista, con el riesgo vital que eso conllevaba en los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, simplemente para honrar la memoria del padre y en última instancia del compañero fallecido.

El inacabado: Demonios Familiares (Destino. 2014)

Leer a Ana María Matute (Barcelona, 1925) siempre es un placer, pero en el caso que nos ocupa ese placer se torna sentimiento agridulce por tratarse de la novela que la autora dejó inacabada cuando la muerte la sorprendió en pleno proceso de escritura.

La historia se desarolla en una ciudad de provincias española en los albores de la Guerra Civil, cuando Eva debe abandonar por expreso deseo paterno el convento en el que está recluida y regresar a la casa familiar. Sus poco más de 150 páginas contienen todos los elementos característicos del universo literario de la Matute, pero falta lo más importante: un final.

He llegado a leer en otras reseñas cosas como que el hecho de que tenga un final abierto es un aspecto positivo más a añadir a esta novela porque así cada uno puede imaginar lo que quiera. Que no os engañen. Esto no es un final abierto. Es imposible inferir un desenlace con la información que nos ha dejado la autora. Es una historia interrumpida en el momento menos oportuno, por lo que aunque su lectura me estaba resultando placentera me veo incapaz, no sólo de hacer una reseña en profundidad, sino apenas de decidir si me ha gustado o no y por tanto de recomendárosla, salvo que seáis admiradores de la prosa sencilla y pulcra de la gran dama de las letras españolas, de su mirada tierna y cruda a la vez, en cuyo caso no puede faltar en vuestra biblioteca.

El nostálgico: El balcón en invierno (Tusquets. 2014)

Detrás de las novelas ambientadas en la Guerra Civil y en los primeros años de la Dictadura franquista suele existir una crítica más o menos explícita a aquella época, a la miseria, a la bajeza moral, al retroceso en derechos sociales. Sin embargo, en esta novela Luis Landero (Badajoz, 1948) hace inventario de recuerdos de su infancia y su primera juventud con la sensibilidad y la delicadeza del que mira hacia atrás convencido de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Esta ¿novela? intimista y maravillosamente escrita es un homenaje a un modo de vida, a las conversaciones en torno al infiernillo, al sacrificio de los mayores, al arte de buscarse la vida para convertirse en alguien de provecho, pero no sé si por no compartir vivencias con el autor o porque éste salta de recuerdo en recuerdo sin orden ni concierto, se trata de un libro que no ha dejado poso en mí. 

Sin embargo estoy convencida de que le encantará a los lectores de 50 para arriba, ya que gracias a él volverán al pueblo de su niñez, reviviendo los veranos de vendimia y los inviernos recogiendo aceituna, por lo que quizá sea el regalo que estabas buscando para una suegra o un padre amantes de la lectura. ¡Acertarás seguro!

El innecesario: La guerra civil contada a los jóvenes (Alfaguara. 2015).

Cuenta Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) que la necesidad de escribir este libro surge cuando un día lee en un libro de texto de su hija que Antonio Machado era un poeta español que se fue a Francia y murió alli. Horrorizado ante esa visión parcial del exilio, Pérez-Reverte se propone "contar a los jóvenes la Guerra Civil de manera equilibrada, objetiva, sin pasiones, sin rencores, sin cuentas que ajustar, sin buenos ni malos".  

Quizá lo primero que debería haber explicado el autor es a quién va dirigido el libro, porque yo (que tengo un alto concepto de mí misma y de mi lozanía) al leer la palabra "jóvenes" en su portada me lancé de cabeza a por él y me he sentido completamente estafada, como se sentirá cualquier lector, pongamos, mayor de 14 años que lo lea. 

Da la impresión de que para Pérez-Reverte "jóven" es sinónimo de sin criterio, porque este libro no sólo despoja a la Guerra Civil de adjetivos, algo que en principio no me parece mala idea, sino hasta de los datos más básicos necesarios para entender lo ocurrido. Así, al padre de 'Alatriste' no le parece relevante contarle a los jóvenes que la Guerra Civil empieza porque unos militares se sublevan contra el Gobierno legítimamente establecido en esos momentos en nuestro país lo cual es, en mi opinión, igual de escandaloso que decir que Machado era un poeta español que murió en Francia, como si la muerte le hubiera sorprendido allí de vacaciones.

Me resulta completamente imposible clasificar esta obra, que no es novela, ni es ensayo ni, por mucho que pretenda su autor, es Historia. Es decir, Historia es, qué duda cabe, pero más al modo de la cartilla que estudiaban nuestros padres y abuelos, que a la revisión de la Historia que pregona Pérez-Reverte. Éste además parece creer que los jóvenes no son capaces de asimilar grandes cantidades de información ya que los cuarenta capítulos de los que se supone que consta el libro no son más que cuarenta párrafos. Ni uno más ni uno menos. 

En definitiva, un libro completamente prescindible, salvo por las preciosas ilustraciones de Fernando Vicente, al que sólo podría verle la utilidad dentro de las aulas de Primaria, como un primer acercamiento de los más pequeños a la Guerra Civil. 

jueves, 3 de diciembre de 2015

La lluvia antes de caer



- No me importa que llueva en verano. Hasta me gusta. Es mi lluvia favorita.
- ¿Tu lluvia favorita? (...) Pues la mía es la lluvia antes de caer (...)
- Pero cielo, antes de caer, en realidad no es lluvia (...)
- ¿Entonces qué es?
- Pues es sólo humedad. Humedad entre las nubes (...)
¿Entiendes entonces que no hay lluvia antes de caer? Tiene que caer para que sea lluvia.
-  Ya sé que no existe. Por eso es mi favorita. 
Porque no hace falta que algo sea de verdad para hacerte feliz, ¿no?



Es curiosa la forma que tienen algunas historias de llegar hasta nosotros. En el caso del libro de Jonathan Coe (Birmingham, 1961), supe de su existencia gracias a la recomendación de un seguidor del blog (no soy Justin Bieber pero parece que yo también tengo mi público), quien después de leer mi reseña sobre El hombre que arreglaba las bicicletas me comentó que el planteamiento le recordaba mucho al de La lluvia antes de caer (Anagrama. 2009), y que si bien áquella me había defraudado enormemente, estaba seguro de que ésta me encantaría. (Mis reseñas deben hablar de mí y de mis gustos más incluso de lo que yo misma soy consciente porque ya os adelanto que acertó. Vaya que si acertó).

La anciana tia Rosamond acaba de morir y su sobrina Gill es la encargada de cumplir con su póstuma voluntad: encontrar a Imogen, una extraña joven a quien Gill sólo ha visto brevemente en una ocasión más de 20 años atrás, para hacerle beneficiaria de un tercio de la herencia de su tía y entregarle una serie de cintas que Rosamond ha grabado para ella. Sólo en caso de que no consiga encontrar a la destinataria de las grabaciones, Gill tiene permismo para escucharlas. 

¿Qué relación existe entre Rosamond e Imogen? ¿Por qué si es una persona tan importante para su tía como para legarle una parte de sus bienes, parece no haber existido ningún contacto entre ellas en los últimos años, hasta el punto de que Rosamond desconozca su paradero actual? ¿Qué contienen esos casettes?

Por si el argumento no fuera suficientemente atractivo, la novela tiene un aliciente añadido en la forma en la que está estructurada: Cada capítulo empieza con la descripción de una de las veinte fotografías que Rosamond ha elegido para contarle a Imogen la historia de sus orígenes. Imágenes que, además, constituyen el relato (y el retrato) de la sociedad inglesa desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días.


La lluvia antes de caer es una exquisita novela de errores perpetuados de madres a hijas sobre la que sobrevuela un halo de misterio que hace imposible dejar de leer. Pero además está narrada de una manera tan elegante, tan inteligente diría incluso, que su lectura hará las delicias de cualquier lector un poco sensible al ARTE (con mayúsculas) de escribir.


No quiero desvelar más detalles del argumento de esta novela para que os sorprenda como me sorprendió a mí, para que os dejeis envolver por el estilo narrativo del autor, por su trama, por su original planteamiento y por su perfecto e inesperado final. Si a estas alturas aún no os he convencido de que debeis darle una oportunidad sólo me queda añadir que se trata de una novela más bien breve (menos de 250 páginas) que, aunque salpicada de temas complejos, se lee en un suspiro, que la belleza de su título es directamente proporcional a la que encontrareis en el interior, y que se trata de uno de los libros con los que más he disfrutado este año, por lo que le puntúo con la máxima nota. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Cicatriz


"A menudo en la vida, cuando mejor crees que van las cosas,
es cuando más cerca estás de pifiarla a lo grande.
Una cagada épica y espantosa que antes de cometerla te parecerá una magnífica idea.
Tan buena que irás cantando y bailando hacia ella,
como una cucaracha que se zambulle en un barreño de insecticida haciendo un doble tirabuzón". 

No es ningún secreto que los thrillers no son mis libros favoritos. Que mi afición por los thrillers cinematográficos es inversamente proporcional a mi interés por este género literario. Bueno, en realidad no es que no me interesen, lo que pasa es que me cuesta muchísimo dar con uno que colme mis expectativas, porque o bien intuyo por donde van los tiros hacia la mitad de la novela o porque incluyen tal catálogo de detalles macabros que directamente se me indigestan, por lo que al final casi siempre acabo decantándome por otro tipo de libros.

Pues bien, no sé qué tienen las novelas de Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) que hace que literalmente las devore. Dice Gómez-Jurado de sí mismo que es hijo del cine americano. Tal vez sea eso, que sus historias parecen sacadas de un guión de Hollywood. O quizá que da la sensación de que Gómez-Jurado no se sitúa por encima de sus lectores, sino que los trata de igual a igual, que escribe lo que le gustaría leer. El caso es que su última novela, un tocho que roza las 600 páginas, me ha durado cinco días escasos entre las manos. Echen ustedes cuentas.

Sabeis que soy una firme defensora (y practicante) de que el lector debe enfrentarse a una lectura con la mínima información previa posible, y por eso escribo estas reseñas tan sui géneris (o quizá escribo así porque toda yo soy un poco sui géneris. El órden de los factores ya tal). Pero además, en el caso de Cicatriz (Ediciones B. 2015) se trata de una novela que sale hoy a la venta por lo que, cualquier cosa que yo dijera sobre su argumento podría ser interpretado como un acto de deslealtad e incluso como una indiscrección por parte de las hordas de seguidores del autor que esperan ansiosos hacerse con ella, por lo que apenas me detendré en su trama.

Basta con saber que transcurre en Chicago y que está protagonizada por un friki de la informática adicto a la Coca-Cola, quien, a falta de vida social, dedica sus días a perfeccionar una poderosa herramienta tecnológica de su invención que está a punto de cambiarle la vida.

Y dicho esto, seguimos para bingo. Me fascina el estilo literario de Juan Gómez-Jurado. Pero sobre todo lo que me gusta de este autor es que se nota que disfruta escribiendo, que estoy convencida de que es de esos escritores que sonríen mientras imagina las perrerías a las que someterá a sus personajes, y ese "sadismo" se traduce en un tono sarcástico que ejerce una atracción tan poderosa sobre mí que hace que no pueda parar de leer.

En mi opinión, Juan Gómez-Jurado es el escritor más polivalente de las letras españolas en la actualidad. Lo mismo te escribe una novela picaresca heredera del mismísimo Lazarillo de Tormes ('La leyenda del ladrón'. Planeta. 2012) que un angustioso thriller en el que el protagonista debe asesinar al Presidente de los Estados Unidos para salvar a su propia hija ('El Paciente'. Planeta. 2014). 

En el caso de Cicatriz, estamos de nuevo ante un apasionante thriller, y si en 'El Paciente' Gómez-Jurado me dejó completamente boquiabierta con sus conocimientos sobre neurología y armamento (podeis leer la reseña que publiqué en su día aqui), os aseguro que el dominio que demuestra sobre temas tan complejos y diversos como informática/tecnología, técnicas y maniobras militares o el modus operandi de ciertas organizaciones criminales es absolutamente asombroso. Pero debo reconocer que por tratarse de temas complejos que a mí, particularmente, no me interesan especialmente, ha habido partes de la novela que me han resultado menos atractivas de lo que debieran.

Quizá por el simple hecho de que es la novela en la que dio vida a Mr.White (el malo más malo al que yo me haya enfrentado en mi vida lectora), yo me sigo quedando con 'El Paciente', pero estoy completamente convencida de que Cicatriz va a ser la novela de las navidades. Y si lo vuestro no son los thrillers, echadle un vistazo al resto de los títulos de Juan Gómez-Jurado y no dejeis de incluir alguno de ellos en vuestra carta a los Reyes Magos, porque vais a descubrir a un escritor de los que crean adicción.

martes, 3 de noviembre de 2015

Un jardín al norte


"(...) Con Beigbeder es diferente es diferente.
Reconozco que solo lo he visto una vez y demasiado brevemente,
pero sentí esa certeza recorrerme por completo.
Es más que un hombre para mí. Es más que una aventura.
Es más que una causa por la cual luchar para agradar y satisfacer a mi nación.
Es mi vida. Es el amor de mi vida".

Hay vidas que parecen sacadas de la mejor de las novelas. Personas que tienen el don de estar en el lugar apropiado en el momento preciso, la capacidad de relacionarse con los personajes clave del momento y la habilidad de transformarse ante las adversidades reinventándose una y mil veces. Es el caso de Rosalind Fox, espía británica (aunque ella siempre lo negara) y amante del Ministro de Asuntos Exteriores del primer gobierno de Franco, José Luis Beigbeder, a la que la mayoría conocimos gracias a "El tiempo entre costuras" (María Dueñas. Editorial Planeta).

Pero éste también podría ser el caso de Boris Izaguirre (Caracas, 1965), el que fuera fenómeno mediático hace ya casi 20 años por enseñarnos sus intimidades en late-night, hoy reconvertido en escritor de prestigio (amén de gurú de la elegancia y el saber estar). Porque no nos engañemos: Podemos tener todos los prejuicios que queramos con respecto al oficio de escritor del venezolano, pero que existiendo ya unas memorias escritas por la propia señora Fox éste haya tenido la osadia de escribir una novela en primera persona sobre ella y haya salido bien parado (y con bien parado no me refiero sólo a que esa primera persona suene creíble, que también, sino a que nos olvidemos de que la pluma que está detrás es la de alguien tan fácilmente identificable como Boris) no significa más (ni menos) que no nos encontramos ante otro personaje conocido metido a junta-letras.

Un jardín al norte (Planeta. 2014) comienza en la década de los años 20 en el condado británico de Kent, donde conocemos la soledad de la pequeña Rosalind, recluída en un internado para señoritas tras la separación de sus padres. Somos partícipes de sus primeros encargos como espía cuando una Rosalind ya adolescente se marcha a vivir a la India colonial con su padre. Somos testigos de su prematura boda con un hombre que la llevará a conocer las mieles del primer amor y la maternidad, y la hiel de la traición, el engaño y la decepción. Y cuando los peores augurios se ciernen sobre la frágil Rosalind, la veremos renacer convertida en toda una heroína. Así, asistiremos a los Juegos Olímpicos de Berlín en los prolegómenos del nazismo donde conocerá a su gran amor y estaremos presentes en Estoril en el momento del accidente de aviación que causó la muerte al General Sanjurjo. Pero sobre todo conoceremos la lucha interior de la protagonista entre llevar a cabo la misión que le han encomendado o entregarse al amor de su vida.

A pesar de que la protagonista indiscutible es Rosalind, si tuviera que quedarme con un personaje de Un jardín al norte, sería con Zahid, su fiel criado, porque creo que encarna todo lo que no encontrará en los hombres de su vida (Beigbeder incluído): la lealtad de un amigo, los desvelos de un padre, el cariño de un esposo. Y si tuviera que quedarme con un escenario ése sería Calcuta, pero también me ha encantado disfrutar de ese oasis de tranquilidad que era el suntuoso jardín de Tánger y, sobre todo, escandalizar a la mojigata sociedad española de la época.

Sin embargo, me resulta difícil clasificar esta novela, ya que si bien tiene una importante carga romántica, es quizá la parte de la historia que menos creíble me ha resultado: Desconozco si sucedió así en la realidad o es cosa del autor, pero la novela pasa de puntillas por el proceso de enamoramiento entre Rosalind y Beigbeder, pasando de un primer encuentro más bien soso, o simplemente cortés, a un intercambio de cartas excesivamente pasional en el que se descubren mutuamente como almas gemelas, por lo que me ha costado bastante entrar en su historia de amor. Del mismo modo, y a pesar de las misiones que debe llevar a cabo Rosalind no estamos ante una historia de espías, sino que más bien diría que se trata de una novela de aventuras que transcurre en un periodo apasionante de la Historia que abarca la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial.

Lo que sí tengo claro es que se trata de una novela que me ha resultado muy entretenida y que pone de manifiesto el talento de Boris como escritor. Por ello se queda muy cerquita del notable en mi calificación personal y te la recomiendo si te quedaste con ganas de más después de leer "El tiempo entre costuras".

lunes, 19 de octubre de 2015

La noche soñada

"Es mentira que estés leyendo esto y es mentira todo lo que voy a narrarte.
Por eso debes jurarme que nunca vas a contárselo a nadie, 
porque ni ha pasado ni debe volver a pasar nunca más. 
Si alguien se va de la lengua o si alguien descubre mi plan, 
puede que nada suceda tal y como tengo previsto;
de modo que es mejor que seas un testigo mudo, como si no estuvieras,
como si yo no estuviera y como si todo lo que vas a leer jamás hubiera sucedido.
¿Has visto la lavanda que hay en la entrada de mi jardín?
Pues debes ser como ella. Muda."

Me resistía, lo reconozco. Me resistía a darle otra oportunidad a Máxim Huerta (Valencia, 19716) después de haber leído 'Una tienda en París' (Ediciones Martínez Roca. 2012), una historia que no me gustó, con una protagonista con la que no conecté y con un estilo muy por debajo de mis expectativas (si quieres leer la reseña que escribí en su día, la tienes aqui). Así que, cuando pocas semanas después de recibir el Premio Primavera de Novela 2014 llegaba a mis manos La noche soñada (Espasa. 2014), mi primera intención fue deshacerme de él. 

Sin embargo, y aunque ya sabeis que intento saber lo menos posible de los libros que quiero leer, si cae en mis manos un libro inesperado y desconocido suelo, o bien leer el arranque de la novela, o bien su última frase: Hay quienes conceden una importancia vital a las primeras líneas de su historia, devanándose los sesos intentando enganchar al lector con una mezcla imposible de intriga, seducción y acción que se va desinflando con el discurrir de la trama, y se olvidan de despedirse de su historia con la misma pasión con la que la iniciaron. En el caso de La noche soñada me decanté por su arranque, y la premisa de la que parte la novela me sedujo de tal modo que decidí colocarlo en la balda de libros pendientes de mi estantería a la espera del momento propicio para su lectura. Momento que tardó en llegar más de un año.

Pero vamos al argumento: Noche de San Juan de 1980. Mientras el pueblo de Calabella al completo se prepara para recibir a Ava Gardner, el pequeño Justo está decidido a llevar a cabo un plan secreto que cambiará su vida y la de su familia. Treinta años después, Justo cree que ha llegado el momento de saldar cuentas con su conciencia y confesarle a su madre lo  ocurrido aquella noche. 

El nexo de unión de los dos hilos temporales es Justo, protagonista absoluto de la novela, pero dos personajes secundarios me han robado el corazón: La tia Visitación, que actúa como contrapunto a la personalidad dócil y sometida de su hermana pequeña, y el entrañable Francesco, entregado en cuerpo y alma a ser la memoria del amor de su vida. 

No sé si habeis visto Amélie, pero a la historia de Justo Brightman sólo le falta la maravillosa banda sonora de Yann Tiersen sonando de fondo, porque si la obsesión de la Señorita Poulain era cambiar la anodina vida de los que la rodeaban, el único propósito del plan secreto del pequeño Justo es hacer feliz a su madre. Y siguiendo con las semejanzas, me parece una preciosa cabriola del destino que el jurado que decidió otorgarle a La noche soñada el Premio Primavera estuviera presidido por Ana María Matute, ya que la propuesta de Máxim Huerta destila esa ternura, esa inocencia y ese aura casi mágica de las novelas de la Matute.

En definitiva, nada que ver con su anterior novela, que si entonces no escatime adjetivos en calificarla de floja, insulsa y decepcionante, ahora no tengo reparo en reconocer que me he emocionado hasta la lágrima con la historia de Teodora. Quizá simplemente elegí el momento propicio para leerla. Un momento en el que yo también necesitaba creer que los sueños pueden cumplirse. O al menos que se pueden alejar las pesadillas.

Así que, en espera de echarle el guante a "No me dejes", la próxima obra del autor valenciano que, mucho me temo, tendré que leer, tengo entre manos "París era una fiesta" de Hemingway. Quienes hayan disfrutado de La noche soñada lo entenderán. Si no es tu caso, te recomiendo encarecidamente esta preciosa novela que alcanza un notable en mi calificación personal.

jueves, 20 de agosto de 2015

Por qué te quiero

Por enseñarme que no hay nada más divertido que bailar un vals aqui y ahora: En el parking de un centro comercial, en el pasillo de un hospital o en la cola del súper.

Que no hay causa justificada más importante para trasnochar que jugar al corro de la patata. 

Que hacer pompas de jabón es una ciencia exacta.

Por hacerme comprender que en la vida hay que celebrar cada momento.

Que todos los avances, incluso los más pequeños, merecen ser aplaudidos.

Porque ha sido emocionantísimo asistir a tus primeras conquistas pero más emocionante es saber que tienes toda la vida por delante para alcanzar nuevas cimas.

Por decirme tantas cosas sin hablar.

Porque tu sonrisa vale más que mil palabras. 

Por enseñarme mil y una formas de reir. 

Por darle en los morros una y otra vez a todos los que se empeñan en encasillarte detrás de una etiqueta, de un percentil. ¿Aún no se han enterado de que eres Súper Nico?

Por hacerme entender que el tiempo es relativo. ¿Qué es pronto? ¿Para qué es tarde? Y sobre todo, ¿para quién? Si un mago llega cuando quiere, ni antes ni después, imagina un superhéroe.

Porque ni en mis mejores sueños imaginé que fueras tan bueno.

Porque eres la prueba fehaciente de que si deseas algo con todas tus fuerzas se puede hacer realidad.   

Porque llegarás todo lo lejos que te propongas, porque lo que los demás llaman cabezonería no es más que cojones coraje.

Por poder contar con los dedos de una mano los días que he perdido la paciencia (y que haga propósito de enmienda porque me parezcan demasiados).

Por hacer que me despierte con una sonrisa incluso en el peor de mis días.

Porque mirarte mientras duermes se ha convertido en mi pasatiempo favorito.

Y porque aunque diga muchas veces (quizá demasiadas) que más que un niño lo que tengo es una pegatina todo el día encima de mí, en el fondo me encanta que mis brazos sean tu único consuelo, que te refugies contra mi pecho todos los días al despertar de la siesta y que seas capaz de reconocer mis manos con los ojos cerrados.

Gracias por llegar hace dos años para poner mi mundo patas arriba y darle sentido a mi vida enano.


 

(Este mensaje se auto-destruirá justo un segundo antes de que puedas avergonzarte de él) 

jueves, 11 de junio de 2015

Las mujeres de la Principal


 "En Londres las nieblas permiten pervertir los crímenes y sofisticar el misterio;
en cambio, aqui hay demasiado sol, la tierra es seca y los crímenes son como más de rastrojo, más primarios, menos sofisticados (...)"

Cuando María Dolores Pradera y Chavela Vargas popularizaron en nuestro país la ranchera "Ojalá que te vaya bonito" hacía al menos una década que Lluis Llach (Girona, 1948) había puesto (otra) letra y (otra) música al mismo sentimiento en su canción "Que tinguem sort". Sin embargo, mucho me temo que esta preciosa canción es prácticamente una desconocida fuera de Cataluña, por lo que os invito a escucharla (y a leer su letra traducida al castellano) antes de seguir leyendo esta entrada.  

El caso es que cuando descubrí que Lluis Llac no sólo se había metido a escritor, sino que publicaba su segunda novela después de la buena acogida de su ópera prima 'Memoria de unos ojos pintados' (Seix Barral. 2012), no pude resistir la curiosidad de conocer de primera mano qué tal se desenvolvía el cantautor catalán en el mundo de las palabras sin acordes.

Las mujeres de la Principal (Seix Barral. 2014) es la historia de La Principal, una masía ubicada en la Cataluña rural dedicada al negocio del vino que en el último siglo ha estado siempre regentada por mujeres. Pero como en todas las historias familiares, La Principal también esconde secretos y sobre todo un misterio: el del asesinato del antiguo capataz de la finca el día antes de que comenzase la Guerra Civil. 

La acción principal se desarrolla en noviembre de 1940, cuando el inspector Recader decide reabrir el crimen de La Principal, y es a través de sus interrogatorios y de los recuerdos principalmente del ama de llaves como conocemos, no sólo cómo llegó el cadáver del anterior capataz a la puerta de la casa más importante del pueblo de Pous, sino cómo la madre de la actual Señora se convirtió en la heredera de la finca familiar siendo la única mujer de cinco hermanos y no siendo la primogénita. Finalmente la historia llega hasta 2001, cuando la tercera generación de esta saga de mujeres se convierte en la última depositaria de unos secretos que se hunden en lo más profundo de sus raíces familiares. 

Me ha gustado mucho el estilo narrativo de Lluis Llach. Tiene maneras (y madera) de escritor curtido en mil batallas semánticas y, a mi entender, ha recreado perfectamente el ambiente de la Cataluña rural de la primera mitad del siglo XX. Pero sobre todo me ha gustado el personaje de Úrsula, la vieja ama de llaves, cuya caracterización me ha parecido absolutamente entrañable.

Sin embargo estamos, una vez más, ante una historia que presenta una trama en el presente absolutamente inecesaria: La única función del personaje de María Magí es la de ser depositaria de un secreto gestado sesenta años antes, secreto que podía haberse resuelto perfectamente en la línea temporal principal y no sólo no echaríamos en falta la presencia de ese personaje sino que la historia no se hubiera visto mínimamente afectada.

Cabe destacar que se nota que el libro ha sido escrito en catalán y posteriormente traducido al castellano, ya que está plagado de expresiones y alocuciones tipicamente catalanas. No lo digo como algo negativo, ya que concretamente a esta historia ubicada en la Cataluña profunda el hecho de que la lengua materna de Lluis Llach sea el catalán la beneficia haciéndola más creíble.

En definitiva, aprobado para una novela que, si bien probablemente no dejará un poso profundo en mi memoria, me ha merecido la pena sólo por las conversaciones entre el inspector Recader y el ama de llaves Úrsula.

jueves, 7 de mayo de 2015

Palmeras en la nieve


“... Ya no regresaré a Fernando Poo, así que, si te parece, volveré a recurrir a los amigos de Ureka para que puedas seguir enviando tu dinero. Ella está bien, es muy fuerte, ha tenido que serlo, aunque echa en falta al bueno de su padre, que, lamento decirte, porque sé cuánto lo sentirás, falleció hace unos meses. Y tranquilo, que sus hijos también están bien, el mayor, trabajando, y el otro, aprovechando los estudios. 
Si vieras qué diferente está todo ...”

Yo no sé la de meses que esta novela llevaba esperando su turno. Bueno, en realidad sí lo sé: desde que una buena amiga, que sabe que basta un libro para hacerme feliz, me lo regalara por mi cumpleaños a finales del verano pasado. Pero ya sabeis que soy de la convicción de que cada libro tiene su momento, y yo no acababa de encontrar el de sentarme a solas con Palmeras en la nieve (Temas de hoy. 2012). Hasta que oí que se preparaba el inminente estreno de su adaptación cinematográfica, y entonces quise adelantarme a ese momento para evitar que el rostro de ningún actor español se adueñara de los rasgos de los personajes que mi imaginación va conformando con el pasar de de las páginas (vaya por delante que mi película favorita es "Lo que el viento se llevó", basada en la novela homónima de Margaret Mitchell. Pero nunca podré perdonarle a Benito Zambrano que haya hecho de María Leon e Inma Cuesta las únicas Hortensia y Pepita que recuerdo a pesar de haber leído una docena de veces La voz dormida y de haberme negado a ver la película hasta hace apenas unos meses).

Volviendo a la novela que nos ocupa, la historia comienza en 1953, cuando Kilian deja su pequeño pueblecito en las montañas de Huesca para partir rumbo a la isla guineana de Fernando Poo, entonces colonia española, donde participará junto a su padre y a su hermano Jacobo en la campaña de recolecta de cacao. A pesar de las duras condiciones iniciales, Kilian irá involucrándose cada vez más en la vida de la isla y lo que iba a ser una estancia de dos años con el objetivo de hacer dinero y volver a su tierra, se prolongará durante casi dos dècadas al cabo de las cuales, la independecia de Guinea y la conflictividad social originada por la dictadura de Macías le obligará a poner fin a los mejores años de su vida. Medio siglo despuès, el fragmento de una carta encontrada por su sobrina pondrà en duda lo que Kilian y Jacobo han contado sobre su aventura guineana y supondrà el pistoletazo de salida de una investigación que llevará a la joven Clarence a reconstruir sobre el terreno los pasos de su padre y su tio en las lejanas tierras de Bioko.

Lo primero que sorprende de Palmeras en la nieve es que sea la òpera prima de Luz Gabàs (Huesca, 1968). Su depurado estilo narrativo y su profundo conocimiento de los usos, costumbres y tradiciones bubis no parecen propios de una escritora novel. Y es que estamos hablando de una novela que, a pesar de sus casi 800 páginas y de tratar un asunto tan desconocido (al menos para mí) y complejo (para el común de los lectores) como los lazos coloniales que nos unieron a Guinea en un pasado no tan lejano y la historia reciente de este pais, se lee en un suspiro.

Si le tengo que poner alguna pega sería la, en mi opinión, innecesaria trama que transcurre en el presente. Creo que la historia que se desarrolla en las décadas de los 50-60 es lo suficientemente interesante como para añadirle una trama ñoña que no aporta nada y que se ve venir prácticamente desde el principio, por mucho que su autora intente jugar al despiste. Pero sobre todo me sobra el personaje de Clarence, absolutamente insulso y con el que no he conseguido conectar en ningún momento.

Aprovecho para hacer un llamamiento a los escritores y editoriales que en un momento dado puedan leer esta reseña: Por favor, basta ya de apostar por novelas con dobles tramas temporales. No digo yo que este recurso no tenga sentido en cierto tipo de historias, pero es que de un tiempo a esta parte proliferan líneas argumentales secundarias metidas con calzador en un desesperado intento de la cuadratura del círculo narrativo que lo único que hacen es poner de manifiesto las carencias de la historia que se intentaban disimular. Los lectores no somos tontos y sabemos diferenciar perfectamente cuando una trama, un personaje o un recurso proceden y cuando están metidos para rellenar. E incluso cuando puedan ser pertinentes, yo particularmente ya estoy un poco saturada de leer historias cortadas con el mismo patrón.

Como digo, en el caso de la novela que nos ocupa esta segunda línea temporal es perfectamente omitible por la fuerza que la historia principal tiene en sí misma. Y por eso le doy un notable a esta novela que te encantará si te gusta María Dueñas (no la que escribió la decepcionante "Misión olvido", sino la que fue capaz de hacernos soñar con "El tiempo entre costuras", otra maravillosa ópera prima a la que Palmeras en la nieve me ha recordado en numerosos pasajes) o Isabel Allende.

jueves, 23 de abril de 2015

La ciudad de los ojos grises



"Podrá nublarse el sol eternamente,
podrá secarse en un instante el mar..." 

Hay novelas en las que el espacio en el que transcurren tiene tanta importancia que se acaba convirtiendo en un personaje más de la misma. Y quizá haya sido precisamente porque no conozco Bilbao el motivo por el que me ha hecho falta más de un tercio del libro para empezar a entrar en la historia que nos propone Felix G. Modroño (Vizcaya, 1965).

La ciudad de los ojos grises (Algaida. 2012) comienza en la Nochebuena de 1914, cuando leyendo el periódico, Alfredo descubre la muerte de Izarbe, la mujer que ama desde que es un adolescente. Es entonces cuando decide abandonar su exilio voluntario en París para volver a su Bilbao natal en busca de respuestas no sólo sobre la repentina muerte de su eterna enamorada, sino sobre su propio pasado.

La acción transcurre en el momento histórico en que Bilbao va sacudiéndose su apariencia rural para empezar a transformarse en la ciudad industrial que terminaría siendo no mucho después. El relato está salpicado de lugares y personajes de la historia local como Unamuno, Indalecio Prieto, Sabino Arana, María de Maeztú, el café Iruña o el restaurante El Amparo. Pero lo que para muchos habrá supuesto el punto fuerte de la novela, la minuciosa ambientación histórica del Bilbao de principios del siglo XX, para mí ha sido todo lo contrario: En ocasiones me ha resultado forzada la inclusión de anécdotas en el relato, sacándome por completo de la historia y provocándome la tediosa sensación de estar escuchando una lección magistral a la que no recuerdo haberme apuntado.

Los misterios relacionados con el pasado de Alfredo me han resultado bastante predecibles, viendo por dónde iban a ir los tiros prácticamente desde el planteamiento de los mismos. Pero lo que se me ha atragantado es la trama relacionada con la muerte de Izarbe. Vale que un escritor tiene derecho a tomarse ciertas licencias literarias en aras de encajar los bolillos que componen su historia, pero ¿la mismísima Mata-Hari en Bilbao? Quiero decir: No me escribas una tesis doctoral sobre urbanismo e historia local bilbaína si te vas a pasar el rigor histórico por el arco de la peineta a media novela.

Así que si, como he dicho más arriba, se trata de una novela en la que me ha costado muchísimo entrar y cuando estoy empezando a hacerlo me cuelan a traición una historia sobre espías en la Primera Guerra Mundial, a nadie le sorprenderá que en mi particular calificación no alcance el aprobado. Aunque desde aqui os digo que se trata de un libro que tiene buenísimas críticas de otros lectores, hasta el punto de haber sido elegida la Mejor Novela del 2012 por los bloggers literarios y de haber recibido el Premio Libreros de Bizkaia en 2013. Lo que es incuestionable es que La ciudad de los ojos grises es un homenaje a la ciudad de Bilbao y que su autor ha sabido impregnar a toda la novela de ese ambiente sombrío característico tanto de la capital vizcaína como de la época en la que transcurre la acción.

lunes, 16 de marzo de 2015

La boda de Kate


"Cuando se encerró en su habitación para llorar durante dos largas horas,
todos creyeron que estaba lamentando la muerte de su madre, pero no era así:
Kate Salomon lloraba por ella misma, por las oportunidades perdidas 
y por su absoluta inoperancia a la hora de gestionar eso que algunos llaman felicidad".

¿Conoceis esa maravillosa sensación que te invade cuando terminas un libro que ha conseguido sorprenderte, sobrepasar todas tus expectativas e incluso echar por tierra los prejuicios que pudieras tener al empezarlo? Eso es exactamente lo que me ha ocurrido con La boda de Kate (Planeta. 2013), la última novela, aunque la primera que pasa por mis manos, de Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970).

La apacible existencia de Kate Salomon, una anciana británica afincada en un pueblecito español que reparte su tiempo entre la casa que comparte con dos amigas de su edad y la pequeña librería que regenta en el centro del pueblo, da un vuelco el día de su 71 cumpleaños: Forster Smith, el gran su amor de juventud del que lleva sin saber nada desde que él se instalara en los Estados Unidos 50 años atrás, se presenta en la puerta de su casa para pedirle matrimonio. Comienzan entonces los preparativos del peculiar enlace: ¿Cómo debe ser el vestido de novia de una anciana? ¿Está bien que dos personas que se encuentran en el final de sus dias celebren una boda, que no es la primera para ninguno de los dos contrayentes, por todo lo alto? ¿Cómo se lo tomarán sus respectivas familias?

A pesar de la entrañable premisa de la que parte la historia y de que obviamente estamos ante una novela romántica (chick lit creo que le llaman a esto los entendidos), que nadie se espere la cursilería y la ñoñez propias del género porque se equivocará de medio a medio. La protagonista no lleva medio siglo marchitándose, como Penélope, mientras espera a que regrese el amor de su vida. No. Kate Salomon es una mujer independiente (no en vano ha sido ella la que ha rechazado a Forster hasta en tres ocasiones) que ha tenido una existencia más o menos plena y a la que la vida le tiene destinada una última sorpresa.

Además, la historia de amor entre Kate y Forster y los preparativos de su boda pasan a un segundo plano hacia la mitad del libro, cediéndole todo el protagonismo a un misterio literario en el que se verán envueltos los personajes más jóvenes de la novela y en el que está implicado el mismísimo Truman Capote (A sangre fría, Desayuno en Tiffany's). Y es que tampoco en eso estamos ante una novela romántica al uso, ya que lejos de centrarse en la pareja de novios, La boda de Kate es una novela coral en la que prácticamente todos los personajes que se nos presentan tienen un papel protagonista. Y siguiendo con los personajes, cabe destacar el proceso de construcción de los mismos, ya que la autora ha dotado a todos ellos de un pasado en el que ha cuidado hasta el más mínimo detalle.

Mención especial merece el espacio en el que transcurre la novela. En mi cabeza, Ribanova se aparecía como una pequeña ciudad de casitas bajas blancas bañadas por el mar y el sol mediterráneos. Y cuando quise conocer la ubicación exacta del que ya imaginaba como próximo destino de mis vacaciones, Google me reveló la siguiente sorpresa: Ribanova es el Macondo de García Márquez, un lugar salido de la imaginación de la escritora que toma prestados numerosos rincones de su Lugo natal.

La última de las sorpresas que me deparaba La boda de Kate está relacionada con su autora, a quien puse cara ya prácticamente terminando el libro y a la que me costó aceptar como responsable de semejante descubrimiento, ya que Marta Rivera de la Cruz es una habitual de las tertulias socio-políticas que se emiten en diferentes cadenas de televisión y sinceramente debo decir que no goza de mi simpatía más que por lo que dice (honestamente, ahora mismo no sabría si posicionarla a la derecha o a la izquierda) por cómo lo dice: Es su actitud ante las cámaras la que me rechina. Sin embargo, la escritora gallega es como esa ropa que en la percha no dice nada y una vez puesta gana enteros. A Marta Rivera de la Cruz hay que "probársela", y deberían ser sus novelas las que hablaran de ella más que su imagen pública o sus opiniones políticas. 

En definitiva, sobresaliente para esta novela amable que no ha dejado de sorprenderme, escrita con un estilo sencillo y sin artificios que hace que sus 400 páginas se lean en un suspiro.